La
escuela fue pensada, y funcionó siempre, como “seleccionadora”, de allí se
destinaba a los jóvenes a ocupar diversas funciones. Todo esto estaba
íntimamente ligado al capital cultural, y a la posición social de los alumnos.
De esta manera cumplía funciones de reproducción social, y de legitimación de
desigualdades. Ahora, desde el discurso político, se afirma que debe ser
“incluyente” ¿Esto depende exclusivamente de los docentes? ¿O debe ser
considerado un hecho importante por la sociedad en su conjunto? ¿Puede serlo en
un contexto social que no valoriza los aprendizajes? Se trata de un problema
social, que tiene múltiples aristas, y merece nuestra preocupación. Las
siguientes opiniones hacen su aporte.
«La secundaria no está preparada para la inclusión, porque los
docentes trabajamos con una concepción de estudiante medio: algunos quedan por
arriba y pierden el tiempo; otros quedan por abajo y nunca acceden a los
conocimientos que suponemos que tienen que tener los chicos. Además, a partir
de la nueva ley que declara la obligatoriedad del secundario, se van a
incorporar los núcleos más duros de pobreza, de desintegración social, de
marginación, que traerán modelos culturales muy diferentes de los que posee la escuela. El 20 o 30 %
que hay que incorporar a la secundaria, tiene una socialización muy diferente
de la de los que ya están en ella.» (Daniel Filmus, senador nacional y ex
ministro de Educación de la Nación)
«La secundaria es una institución destinada históricamente a la
selección, fue siempre para un grupo reducido de población. Cuando incluís
heterogeneidad sociocultural, no aguanta esa embestida, no tiene capacidad de
adaptación. Entonces genera situaciones de mucha violencia interna: todos
tienen que soportar o excluir. Hay una dinámica de inclusión/exclusión que yo
llamo efecto colador, por la cual las escuelas incorporan a un grupo de
estudiantes de acuerdo a un determinado patrón sociocultural y excluyen a los
que no se adaptan a él. Siempre hay un grupo que se cae, entonces se crean
otras instituciones con un nuevo patrón para recoger a los que no fueron
incluidos en las anteriores y allí vuelve a darse una nueva expulsión. Así
nacieron las Escuelas Medias de Enseñanza Municipal en la Ciudad de Buenos
Aires en la década de 1990, que ya en su normativa constitutiva decía que era
para los que habían sido desplazados de las escuelas tradicionales. Y en el año
2000 se crean las escuelas de reingreso, para quienes fueron excluidos de las
EMEM. Las aulas, parece, no pueden contener heterogeneidad. Ahora hay un
discurso que asocia la inclusión con el control social; cuando los funcionarios
dicen hay equis cantidad de jóvenes que no estudian ni trabajan, están diciendo
que hay un grupo de chicos que está en la calle y es necesario controlarlo.
Sabemos que la escuela es un dispositivo de disciplinamiento, pero me empecino
en pensarla como un dispositivo cultural, donde se puedan construir espacios
más amigables para procesar la cultura de la imagen, así como las formas de
vivir, pensar y aprender de los jóvenes.» (Guillermina Tiramonti, Directora
Académica de la
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales)
“Pensar que el desafío es que todos completen la secundaria es
depositar en la escuela una expectativa imposible de cumplir, porque hay una
estructura social que no la acompaña.” (Tiramonti)
«Cuando mirás las características de los que llegan al último año de
la escuela secundaria, observás cierta homogeneidad; eso quiere decir que la
diversidad se perdió en el camino. No me refiero sólo a la homogeneidad en
términos socioeconómicos, sino también a la apuesta que hacen, a las ganas que
le ponen los chicos. Decir que la nueva secundaria tiene que ser un lugar
confortable, donde quepan todos, suena muy naïf. Pensar que el desafío es que
todos los chicos completen la secundaria es, a mi modo de ver, una mirada
miope, porque es como si dijéramos que las escuelas son las responsables de que
los chicos estén sanos física y psíquicamente, que tengan vivienda, alimento y
vestido. Es depositar en la escuela una expectativa imposible de cumplir,
porque hay una estructura social que no la acompaña. Si
estuviéramos todos en igualdad en el punto de partida, sería otra cosa. Pero
hoy es una institución que tiene que procesar conflictivas sociales muy
complejas.» (María Rosa Almandoz, Directora del Instituto Nacional de
Educación Técnica)
«En conversaciones con muchos docentes aparece la idea de que la
escuela media no es para todos. Algunos plantean que se requieren de ciertas
disposiciones, cierta disciplina, ciertas condiciones y cierto acompañamiento
familiar que no siempre está.
Y ahí la repregunta es: ¿por qué esperar que esas cosas se traigan en
el momento de entrar a la escuela? ¿Por qué no se le puede pedir a la escuela
que forme para tener capacidad de abstracción, disposición para el estudio? A
partir de la obligatoriedad, el sector nuevo que ingresa a la secundaria es el
más pobre. Y la escuela no está preparada para la inclusión en términos de
infraestructura, de cantidad de bancos, pero tampoco simbólicamente. Hay una
percepción de extrañamiento y confrontación entre los que estábamos desde antes
y los nuevos. A veces hay una inclusión bastante paternalista que tiene que ver
con esta corriente que trabaja con lo que los chicos traen, como la cumbia, por
ejemplo. Ahí la escuela tiene una encerrona grande. Por un lado, está bueno no
inhabilitar los contextos cotidianos de los chicos, pero por el otro, la
escuela tiene que facilitar el acceso a otros mundos.» (Myriam Southwell,
presidenta de la
Sociedad Argentina de Historia de la Educación)
«Hoy el grueso de la demanda social se dirige a los problemas de la
calidad, que no pueden desconocer los de cobertura. Uno de los riesgos que va a
correr la obligatoriedad de la escuela secundaria puede ser que se rearme esta
antinomia entre cobertura y calidad que fue una de las cuestiones que hostilizó
a la reforma educativa de la década de 1990. Como dicen algunos investigadores,
la opinión publica no puede desconocer el hecho doble de que cuando se expande
el sistema, entran los que estaban afuera y los que estaban afuera –de menor
nivel socioeconómico y menor capital cultural no pueden sino producir el efecto
de disminuir los niveles de rendimiento del sistema… justamente porque los que
entran son los más desprotegidos. Si los profesores no recomponen su
subjetividad, va a ser difícil avanzar en la distribución de conocimientos y en
la voluntad de incluir. Esa inclusión hoy no puede sino reconocer la diversidad,
que si es legitimada, pone en el interior del sistema educativo fragmentos de
la sociedad que muchos actores sociales preferirían ignorar.» (María del
Carmen Feijoó, socióloga y coordinadora del Programa para América Latina
Fundación Ford)
Extraído de
Investigar el secundarioCuaderno de discusión Nro 1
El Dilema del Secundario
UNIPE
Editorial Universitaria