jueves, 9 de junio de 2011

Estudiar y saber

Estudiar saber

Vivimos en sociedades de grandes contradicciones, si bien se proclama en forma casi unánime un gran interés por la educación, la realidad nos muestra que se da poca importancia a los que saben. Aparenta ser muy tortuoso el camino que lleva a la adquisición de aprendizajes significativos, y todo queda en una cultura al servicio de lo inmediato, de lo superfluo.

Rescato a continuación un artículo, que fue pensado para otro contexto, pero sospecho que tiene validez para todos los hispanohablantes.

 

La invasión de los contenidos ligeros en plataformas antaño “sesudas” no es nueva. Lo novedoso es comprobar la voracidad del público para tragar

El filósofo José Antonio Marina define la hiperactividad cognitiva como «el deseo continuo de nueva información, el aburrimiento por cualquier información que dura más allá de un par de minutos, el zapping como estilo de vida ». Marina entronca el término en el universo de sms, «tweets», posts y correos electrónicos que circulan en Internet y la considera un veneno para el aprendizaje o, simplemente, para realizar tareas que exigen mantener la atención mucho tiempo seguido. En un salto de siglos, recuerda que los filósofos del Medievo ya encontraron un término para esta compulsión. La llamaron «Curiositas» en oposición a «Studiositas», que sería el «simple» (es un decir) afán de saber. Como casi todas las teorías de máximos, de blancos y negros, la categorización de Marina no puede entenderse absoluta, pero sí dibuja dos mundos a partir de los cuales podemos entender ciertos comportamientos cotidianos.

La distinción hecha por Marina sí que nos puede acercar válidamente a las dos formas con las que nos manejamos ante el proceso de conocer o saber de algo. La una es a borbotones, casi siempre con prisas. La otra con la pausa que requiere la digestión de un mensaje cuando es algo más que una frase hecha, el fragmento de una discusión o el último gol de tu futbolista favorito. No descubro nada recordando que la primera disposición es la más usual en esta época de consumos compulsivos y venta de momentos y sensaciones, tan fugaces como escasos y tan cortos. Por esa vía de poquitos somos capaces de tragar casi lo que sea. Abominaremos del programa que vive de una fingida discusión entre la reina de la ordinariez y la loba de turno que pasaba por allí, pero puede que seamos incapaces de no cambiar de canal antes de «disfrutar» de un minuto de griterío entre las sujetas de referencia. No debe ser casualidad el éxito de esos programas dedicados a empaquetar contenidos de otros programas (propios o ajenos) lo más llamativos posible. Y un repaso al panel de «Lo más visto» de cualquier versión digital de un periódico «serio» confirma la tendencia. Por honorables que se precien, en la lista de más demandados podrán comprobar que figuran detalles hasta ahora desconocidos de la hermana de la nuera del príncipe heredero de la Gran Bretaña, de la paternidad de Miguel Bosé o de los besos de Iker Casillas y (la periodista) Sara Carbonero. La invasión de los contenidos ligeros en plataformas antaño «sesudas» no es nueva. Lo novedoso es comprobar la voracidad del público para tragar con todo. Con todo lo que aparente inmediatez, exclusividad, secreto, privacidad… dando la espalda, entre otros, al análisis fundado de un periodismo formado (que todavía queda) o apoyado en los juicios de los sabios de cualquier materia (que también abundan, a Dios gracias). Dicen que el futuro del periodismo en papel va por ahí, pero si hacemos caso de las demandas del público busquemos otro paradigma con más sustento.

Apela Marina al valor de la «Studiositas» en tiempos en los que vendría a arrinconarse en espacios cada vez más reducidos. Como en el Medievo o antes en la Grecia clásica o la Roma predecadente, el estudio siempre se consideró una virtud y un camino hacia la excelencia personal. Antes porque pudo pasar por conveniente para la dirigencia que aquello a lo que llamamos cultura no estuviera popularizado, ahora porque la oferta de la «Curiositas» viene envuelta en una irresistible presentación que puede contra cualquier lectura o contemplación detenida, estos tiempos postmodernos, neo nihilistas, nos arrumban hacia lo inmediato y lo pasajero. Contra todo aquello con pretensión de permanencia. Un marco imposible para el pensamiento o la reflexión. Nada demasiado importante si no fuera porque las bases de la sociedad viable en 10 ó 20 años deberían estar fundadas en una mayor y mejor educación. Mucho de la «Studiositas» y lo justo de la «Curiositas». Tal que al revés que hoy.


Autor
JOSÉ MIGUEL GALARZA

Fuente
ABC Canarias

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