Nuestra
escuela lleva, desde su creación una función “homogenizadora”, entre otros núcleos,
en torno a la idea de Nación. Desde las aulas se hizo un gran aporte a la “argentinización”
de los hijos de los inmigrantes ¿Las exigencias actuales son las mismas? En una
sociedad fragmentada por la economía, con abismales diferencias ¿Deben todos
recibir la misma educación? ¿Puede la escuela atenuar esas diferencias? Las
siguientes opiniones contribuyen al debate.
«Ya no es: ¿puede la educación contribuir a la igualdad social? Ahora
la cuestión es cuánta igualdad social necesitamos para que la educación
contribuya a la
integración. El secundario no tiene la fuerza suficiente como
para reducir las diferencias de origen, que son anteriores al sistema
educativo. Cuando pasan dos chicos por la escuela, la brecha se reduce; pero no
a un nivel suficiente. La escuela es muy valorable porque logra cierta
igualación, pero la diferencia de origen es abismal. La escolarización tiene
que igualar en cuanto a las oportunidades y a las posibilidades que tengan los
chicos hacia el futuro; pero al mismo tiempo tiene que respetar las diferencias
culturales. No queremos homogeneidad, queremos igualdad de acceso a los bienes,
de desarrollo de las competencias. El chico que vive en el campo y el que vive
en la ciudad no tienen por qué recibir una educación homogénea. La mayoría de
los docentes empieza a trabajar en lugares alejados y, a medida que gana puntaje,
se va a lugares más céntricos. Cuando empiezan a conocer a los chicos, a
comprender sus preocupaciones, se van. Esos chicos de lugares alejados tienen
docentes que recién empiezan en la carrera, y que cambian de lugar con mucha
frecuencia; así la escuela reproduce en su oferta la desigualdad del afuera.»
(Daniel Filmus)
«Los modelos que siguen siendo meritocráticos fortalecen guetos
clasistas.» (María del Carmen Feijoó)
Extraído de
Investigar el secundario
Cuaderno de discusión Nro 1
El Dilema del Secundario
UNIPE
Editorial Universitaria
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