En
un esquema social donde el docente es el único responsable de los aprendizajes,
al momento de evaluar, se le presentan dos opciones, ambas insatisfactorias, o
“selecciona”, con las conocidas consecuencias de repitencia, abandono, etc., o
aplica la “promoción automática”, que parece ser la variante más usada.
La
viabilidad de una escuela inclusiva, depende fundamentalmente de la importancia
social que se le asigne a los aprendizajes, y a compartir las responsabilidades
de los aprendizajes entre todos, lo demás es puro discurso proselitista, que
trata de ocultar, entre otras cosas, la entronización de una sociedad de
consumo, que para colmo, es elitista. A continuación, otras opiniones, desde
“el saber sabio”.
«Un docente llega a fin de año y se pregunta sobre un alumno que se
esforzó demasiado pero no sabe lo suficiente: “¿Qué hago? ¿Lo hago pasar de año
igual? ¿O lo hago repetir?”. Si lo hace repetir, seguramente abandona; si lo
hace pasar, lo está engañando. Hay una contradicción social que es más fuerte que
la escuela y el docente no la puede resolver. Lo que pasa es que no capacitamos
al docente para trabajar con ese 30 % que no tiene su origen ni su capital
cultural. Hay que trabajar con el docente para la inclusión general.» (Daniel
Filmus)
«La escuela es exitosa cuando hace que todos lleguen al final del
ciclo, no cuando sólo quedan los mejores. No estoy sugiriendo facilismo, pero
este modelo es ilógico: un chico no aprueba tres materias y lo condenamos a que
haga el año de nuevo, aun las nueve materias que aprobó. Yo eliminaría la repitencia. Un
chico no fracasa a fin de año: si hubiera un equipo interdisciplinario que
atendiera las problemáticas de los alumnos, reduciríamos drásticamente este
problema. Cuando un chico abandona los estudios, ¿la escuela sabe por qué? Un
chico que repite dos veces está en la antesala de la deserción; ese es el
gravísimo error del sistema.» (Abraham Gak)
“La inclusión debe reconocer la diversidad, que pone en el interior
del sistema educativo fragmentos de la sociedad que muchos actores sociales
preferirían ignorar.” (Feijoó)
«Ya no alcanza, para dar una respuesta al abandono, enunciar la
explicación clásica: a menores condiciones socioculturales y económicas
favorables del grupo familiar, menores posibilidades de acumular años de
escolaridad. No hay estadística que no refleje esto, pero hay un porcentaje que
no termina el secundario y no viene de estos sectores, sino de otros más
acomodados. En estos sectores, la valoración de los procesos formativos y del
conocimiento a veces está muy relativizada, sobre todo si uno lo compara con mi
generación. El positivismo tuvo esa magia: había una serie de valores asociados
a la evolución del conocimiento, como la noción de progreso o la ilusión de la
movilidad social. Pero este es un mundo más complejo. Uno tiende a pensar que
en el proceso de expulsión hay un estímulo y una respuesta; una causa y un
efecto. Se le depositan culpas a los docentes, a la escuela, pero va más allá.
Hasta los chicos y sus familias participan en los procesos de expulsión. Hay
patoteadas físicas y psicológicas, amenazas a los docentes, a los directivos.
Los padres muchas veces quieren un grupo más homogéneo para sus hijos y operan
en consecuencia: “no quiero que mi hijo se junte con fulanito”.» (María Rosa
Almandoz)
«Frente al imperativo de la inclusión hay muchas respuestas posibles
que no necesariamente son el aprobar a alguien que no sabe. El desafío está en
desarrollar más herramientas para enseñar, en pensar que no hay un único camino
de conocimiento. Es más trabajoso para el docente, y es complejo hacerlo en el
contexto del pluriempleo; pero es imprescindible que el profesor se convierta
en un puente al contenido que debe transmitir. Demanda más esfuerzo, pero
también le da sentido al trabajo.» (Myriam Southwell)
«Según informes del Sistema de Información de Tendencias Educativas en
América Latina (Siteal), la Argentina muestra que casi el 65 % de la población
de 18 a 24 años fue excluida de la escuela media. Que sean excluidos implica
que hay medidas de organización interna del sistema que pueden tomarse para
retenerlos. Es positivo si se toma en cuenta que en otros países del continente
ni siquiera acceden al secundario. Tenemos dos enormes ventajas: una, que
lograron entrar; la otra, que buena parte de la solución se encuentra en
medidas que se pueden definir dentro del nivel y que, teóricamente, serían de
más fácil seguimiento que si se tratara sólo de hacerlos entrar. Con esos
datos, la contradicción entre inclusión-calidad educativa deja de ser una antinomia
y muestra su potencialidad de convertirse en “círculo virtuoso”.» (María del
Carmen Feijoó)
Extraído de
Investigar el secundarioCuaderno de discusión Nro 1
El Dilema del Secundario
UNIPE
Editorial Universitaria
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