domingo, 29 de enero de 2017

CAMBIO DE ÉPOCA, ¿QUÉ SIGNIFICA?

Vivimos un cambio de época. Muchos lo han señalado. Parece cada vez más claro: dejamos atrás un momento histórico y nos encontramos al inicio de otro distinto. La llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos es el signo más visible de este quiebre entre un “algo” que se cierra y otro “algo” que comienza.

Hay, con todo, muchos otros signos de lo mismo.
Pero, ¿qué significa exactamente eso de “cambio de época”, en qué consiste, por qué importa y qué implica?
Un cambio de época supone una transformación en la estructura real del mundo, pero también y sobre todo, una experiencia compartida de que la partitura básica que, hasta antes del quiebre, nos permitía organizar significados y sentidos inteligibles, resulta cada vez más inútil para entender el mundo e intentar predecirlo. Una situación análoga a como si, de pronto, las notas musicales asociadas a las teclas de un piano dejaran de emitir los sonidos previsibles desde la pauta vivida como cierta. Fa cuando pulsamos la tecla Do y Sol cuando pulsamos la negrita del Fa menor. Y eso, a veces, a ratos, y a ratos otra cosa; todo desordenado, todo patas para arriba.
Así es este cambio de época que estamos viviendo. A eso sabe, así se siente. Patrones, asumidos como inmutables, evaporándose. Dificultad in crescendo para construir narrativas, explicaciones, mediciones y predicciones que nos permitan entendernos y sentir que entendemos y controlamos el mundo que nos rodea.
El presidente del país (todavía) más poderoso del mundo insultando en público a las mujeres, a los musulmanes, a los chinos y a los discapacitados, con un lenguaje aparatosamente hostil y soez, sin que le cueste nada. Ese mismo señor asumiendo el poder, exudando (desde el cuerpo) furia y deseo de venganza, en lugar de como solía ser común y esperable, felicidad generosa por tener el honor de representar, al más alto nivel, a todos los suyos. El mismo sujeto diciendo, también en público y al día siguiente, que había habido sol en su toma de posesión, cuando, en la realidad vista y experimentada por todos, sólo había habido lluvia.
Mentiras flagrantes y grotescas emitidas por una figura dotada de enorme poder y, por su cargo, autoridad, sin consecuencias. Película de terror transcurriendo en la vida real y los habitantes de Estados Unidos desayunando más o menos como si nada la mañana del domingo.
Reitero, partitura básica rota; el sentido y significado, asumido como cierto y natural, de los actos, los gestos y los eventos volando por los aires.
Dos ejemplos, adicionales y especialmente elocuentes y concretos, de este cambio de época, entendido como quiebre de la partitura básica de regularidades y significados, son: la creciente inutilidad de las encuestas y la transformación de las líneas divisorias (cleavages) en el electorado de Estados Unidos y otros tantos países.
Durante muchas décadas, las encuestas proveyeron a gobiernos, políticos, empresas y ciudadanos instrumentos de medición centrales para conocer las preferencias de las personas y para estimar las decisiones probables de votantes y consumidores en el futuro. Ese poder de las encuestas ha venido a la baja y está haciendo agua, fundamentalmente, porque los supuestos (la partitura básica) en los que se fincaban se corresponden cada vez menos con la realidad. Los ejemplos de ello abundan, entre otros: Brexit, Colombia, elecciones presidenciales en Estados Unidos. Las empresas grandes hace tiempo tomaron nota y han venido desarrollando nuevas formas (fundamentalmente, cualitativas) para conocer los hábitos de sus consumidores. Gobiernos, políticos y público en general estamos rezagados y crecientemente desnudos de guías y referencias.
Ha venido ocurriendo algo similar en relación a los perfiles de los votantes y los clivajes electorales. Hasta hace poco en Estados Unidos, por ejemplo, la probabilidad de que una persona con altos ingresos votara republicano tendía a ser alta. En la elección presidencial de 2016, sin embargo, un número creciente de ricos votaron demócrata.
En sentido similar y siguiendo con Estados Unidos, solía ocurrir –en particular, desde Reagan y hasta antes de Trump– que una persona contraria al aborto tendiese a estar a favor del libre comercio y a votar republicano.
En la última elección presidencial de ese país, sin embargo, una proporción muy importante del voto por el candidato presidencial republicano provino de votantes que estaban, al mismo tiempo, en contra del aborto y en contra del libre comercio.
Otra vez: la vieja partitura que nos hacía comprensible el mundo, rota.
En un momento histórico marcado por la inoperancia de las viejas certezas y por el aumento exponencial de la imprevisibilidad y la incertidumbre, encuentro que tenemos como individuos y como país tres sopas posibles. Primero, aferrarnos a la partitura rota y seguir haciendo encuestas y/o construyendo escenarios “probables” a partir de ella. Segundo, dejarnos avasallar por la incertidumbre y el miedo, y quedarnos pasmados. Tercero, asumir de lleno, que, frente al quiebre de las regularidades, significados y certezas conocidas, como dijera Abraham Lincoln (en su propio cambio de época); “La mejor manera de predecir el futuro es creándolo”. Es decir y a pesar de sus muy incómodos riesgos, jugárnosla y construirnos futuro. ¿Por cuál votan?



Por Blanca Heredia
Fuente del articulo: http://www.educacionfutura.org/cambio-de-epoca-que-significa/

domingo, 22 de enero de 2017

PARA EL NUEVO MUNDO, NUEVA EDUCACIÓN

La desconexión entre las capacidades y habilidades de los jóvenes y la demanda laboral sigue creciendo, tanto en países desarrollados como en los que están en vías de desarrollo. En América latina la tasa de desempleo entre los 18 y 24 años es de aproximadamente el 17%. En un reciente reporte del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET), realizado con apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), sectores importantes de la economía argentina como el automotor, la construcción y el metalmecánico expresaban la dificultad de encontrar personal con las capacidades necesarias para desempeñarse en la industria del siglo XXI.

A su vez, directores y docentes de todo el país, particularmente de escuelas técnicas e instituciones terciarias, expresan la necesidad de actualizar los contenidos y perfiles curriculares, y que las instituciones educativas deberían ser más atractivas para los estudiantes, que las siguen abandonando (en algunos casos, más de la mitad de los que ingresan). Como decía un profesor de tecnología: “La vida de un joven en la escuela se parece muy poco a lo que vive en su vida cotidiana. Casi todos los chicos tienen un teléfono inteligente, ven constantemente videos y contenidos en WhatsApp… No logramos mantenerlos interesados”.
Esta realidad se percibe todavía más en los institutos terciarios y en las universidades: están muy lejos de las demandas laborales, con carreras largas en años y horas, y poco relacionadas con las competencias y los escenarios del dinámico mundo productivo de las próximas décadas. Además no ponen el énfasis en habilidades socioemocionales, sino en otras que rápidamente se vuelven obsoletas en la actual economía del conocimiento.
En muchos países se ve la expansión de una formación basada en competencias -el mismo fenómeno ocurre en el reclutamiento de las empresas- más que en títulos formales y certificaciones. Sin embargo, el debate y consenso sobre estos temas parece mucho más avanzado que la realidad, tal vez porque la mayoría de las empresas sigue priorizando los títulos como base para las entrevistas. Es más seguro y sencillo tomar personal sobre la base de su título universitario como garantía de habilidades para un trabajo.
La apertura de la economía argentina al mundo y la mayor incursión de la tecnología en todos los sectores convierten estos desafíos en más acuciantes para los jóvenes en edad escolar, pero también para los que actualmente están trabajando. El Ministerio de Educación, junto con el de Trabajo, tiene un importante rol para garantizar las capacidades y habilidades necesarias a todos los que llegan al mercado laboral. Pero sin perder de vista que en las próximas décadas la educación formal será en tramos cortos pero continuos, muchas veces durante toda la vida, ya sea para actualizarse en algunas competencias y conocimientos o para adquirir otros, debido a que un sector o industria se ha transformado.
En este sistema de educación y trabajo, basado en la necesidad de seguir capacitándose toda la vida, hacen falta muchos más actores que los que existen hoy en la Argentina. El Estado debe asegurar que todos tengan estas oportunidades, y becar a quienes no puedan recibir formación profesional y reentrenamiento; pero también se requiere el aporte de gremios, empresas privadas y organizaciones de la sociedad civil, e instituciones terciarias y universitarias más modernas, que logren adaptarse a estas nuevas realidades.
La tecnología en el sistema educativo, muy escasa a todos los niveles, tiene un importante rol que jugar, al conectar competencias demandadas por el sector laboral con carreras terciarias y universitarias. Así se ayudará al joven a tomar sus decisiones de estudios sobre información transparente, que complemente su vocación e intereses individuales. A su vez, la tecnología puede ofrecer información a cada individuo sobre sus capacidades personales, sobre las demandas del mundo socioproductivo y los estudios necesarios para combinar ambas, y tener así un camino de desarrollo profesional más definido.
Así lo expresa Ryan Craig, autor del libro College Disrupted. The Great Unbundling of Higher Education: “Cerrar la brecha de capacidades, terminando la monocultura de los títulos, tanto desde la educación como desde la empresa, promoviendo una cultura de estudios más cortos, respetados y caminos menos costosos hacia empleos de valor agregado, es el desafío de nuestros tiempo”.



Director ejecutivo del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET)
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1977768-para-el-nuevo-mundo-nueva-educacion


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