lunes, 29 de abril de 2013

Acerca del concepto de ciudad educadora

La idea de “Educación” es muy amplia ¿La podemos limitar a los ámbitos tradicionales como la familia y la escuela? ¿Puede una ciudad ser “Educadora”? ¿Bajo que punto de vista cabe señalarse a una ciudad como educadora? ¿Qué significa aprender en/con/la ciudad?



Esta compleja realidad cotidiana que es la ciudad en que vivimos, ¿puede cumplir una función educadora? La perspectiva de ciudad educadora como marco conceptual de análisis y de aplicación de políticas públicas, supera los planteamientos realizados únicamente desde la óptica de la educación formal y más concretamente desde el campo del sistema educativo tradicional.



Hoy más que nunca la ciudad grande o pequeña dispone de incontables posibilidades educadoras. De una forma u otra contiene en sí misma elementos importantes para una formación integral de sus habitantes. Por ello, el concepto de ciudad educadora es una nueva dimensión complementaria y, hasta cierto punto, alternativa al carácter formalizado centralista y a menudo poco flexible de los sistemas educativos tradicionales.



Si entendemos a la educación como una práctica social, como un proceso de crecimiento individual y colectivo que posibilita transformar y transformarse, y a la ciudad como un espacio donde se desarrolla ese proceso y esa transformación, podemos decir que “la ciudad puede y debe ser educadora”. El medio urbano presenta, de hecho, un amplio abanico de iniciativas educadoras de origen, intencionalidad y responsabilidad diversas. Engloba instituciones formales, intervenciones no formales con objetivos pedagógicos preestablecidos, así como propuestas o vivencias que surgen de una forma contingente o que han nacido de criterios mercantiles.



Y, aunque el conjunto de propuestas se presente algunas veces contradictorio o manifieste las desigualdades ya existentes, la ciudad favorecerá el aprendizaje permanente de nuevos lenguajes y brindará oportunidades para el conocimiento del mundo, el enriquecimiento individual y la posibilidad de soluciones solidarias.



La ciudad educadora es una ciudad con personalidad propia, integrada en el país donde se ubica. Su identidad, por tanto, es interdependiente con la del territorio del que forma parte y de la historia de la cual es resultante. Es, también, un espacio abierto que no se encierra en sí mismo, sino que se relaciona con su entorno: el medio rural, otros núcleos urbanos de su propio territorio y ciudades de otros países. Relación que da como resultado un proceso de aprendizajes mutuo, de intercambio y aprehensión de nuevas dimensiones culturales, que enriquecen la perspectiva vital y la comprensión de sus habitantes.



La ciudad educadora es un complejo en constante evolución y puede tener expresiones diversas, pero siempre considerará como una de sus prioridades la inversión cultural y la formación permanente de su población. De esta manera, además de sus funciones tradicionales (económica, social, política y de prestación de servicios), asume la intencionalidad y responsabilidad en la formación, promoción y desarrollo de todos sus habitantes: niños, jóvenes, adultos y ancianos.



Esta nueva dimensión del concepto de ciudad implica considerar que la educación de los niños, jóvenes y ciudadanos en general no es solo responsabilidad de los estamentos tradicionales (Estado, familia, escuela) sino también de las asociaciones, de la comunidad en su conjunto, de las instituciones culturales, de las empresas con voluntad educadora y de todas las instancias de la sociedad. Ellos se convierten en agentes educativos de extraordinaria importancia a través de un tejido asociativo, que debería fortalecerse para potenciarlo sistemáticamente a través de las políticas públicas pedagógicas por parte de los gobiernos locales.



Por otra parte, el hecho de romper los ritos clásicos de los espacios urbanos, donde se puede realizar la educación y los actos culturales –escuelas, colegios, universidades, institutos– y abrir todos los espacios de la ciudad a un proceso de aprendizaje, provoca intervenciones educativas y culturales generadoras de saberes y prácticas cotidianas extraordinariamente valiosas en la conformación de la trama social urbana.



En la multiplicidad de instituciones y lugares educativos que presenta la ciudad, los núcleos más estables y obvios están constituidos por las instituciones formales: escuelas, universidades, colegios, institutos, academias y centros de investigación. Pero coexisten con ellas todo el conjunto de intervenciones educativas no formales: talleres, muestras, campañas, jornadas, exposiciones, actividades libres de carácter formativo, festivales, congresos y, por otro lado, el difuso conjunto de vivencias educativas informales: espectáculos, publicidad, programas de radio y televisivos, periódicos, cómics, usos y costumbres, reuniones vecinales, fiestas populares y religiosas, tradiciones, ritos… .



La influencia educativa de la ciudad no es consecuencia de la simple acumulación de estos diversos procesos, sino de la interacción combinada entre los “modos” de educación que se generan en los diferentes niveles formal y no formal así como la influencia del campo informal.



Por lo tanto, para medir la capacidad educativa de un medio urbano determinado no solo hay que tomar como indicadores de cantidad y calidad las instancias educativas que contiene, sino también cómo todos estos agentes interactúan y son capaces de armonizarse y coordinarse entre sí. Acción fundamentalmente política proveniente de claras estrategias de gobierno, que acompañen estos principios desde una dimensión innovadora en la planificación de las prácticas pedagógicas locales.



En realidad, la ciudad, desde una perspectiva de políticas públicas educativas, puede ser abordada a partir de tres dimensiones distintas pero complementarias: en primer lugar, la ciudad como objetivo de conocimiento: aprender la ciudad; en segundo lugar, como trama social donde se desarrollan las instituciones y acontecimientos educativos: aprender en la ciudad; en tercer lugar, como recurso de aprendizaje: aprender de la ciudad.



a) Aprender la ciudad
 La ciudad ofrece un conjunto de espacios educativos: escuelas, organizaciones vecinales, partidos políticos, asociaciones civiles, museos, bibliotecas, etc., que operan materialmente produciendo acontecimientos educativos de diversa índole.


Desde un nivel descriptivo la ciudad se enseña a sí misma de forma: superficial, parcial, desordenada, estática. Por lo tanto, las tareas que se organicen, tienen como meta descubrir la imagen que los ciudadanos tienen de su ciudad.



Para esto, desde el nivel proyectivo se requerirán acciones tales como:

Elaboración de materiales para el conocimiento de la ciudad. Construcción de centros de información.

Exposiciones, museos de la ciudad.

Desarrollo de medidas para incrementar la experiencia directa de la ciudad y reflexión de esta experiencia.

Promoción de espacios de participación.

Acciones para desarrollar el sentido de pertenencia.



b) Aprender en la ciudad
Aquí los habitantes utilizan la ciudad y sus recursos en múltiples acciones educativas, que pueden provenir del campo formal, no formal e informal. Se piensa la ciudad como contenedora de recursos educativos.

 Desde un nivel descriptivo, las ciudades contienen:

Una estructura pedagógica estable, formada por instituciones específicamente educativas (formales y no formales).

Una malla de equipamientos y recursos, medios e instituciones ciudadanas también estables pero no específicamente educativos.

Un conjunto de acontecimientos educativos efímeros u ocasionales.

Una malla difusa pero continua y permanente de espacios, encuentros y vivencias educativas no planeadas pedagógicamente.

Una de las tareas fundamentales sería elaborar el “mapa educativo” de la ciudad, organizando un inventario de recursos y su distribución en el territorio así como un registro de los usos que hacen los ciudadanos de esos recursos.

En el nivel proyectivo algunas acciones a desarrollar pueden ser:

Multiplicar los espacios a partir de la creación de nuevas instituciones, recursos, medios, eventos.

Aprovechar educativamente las empresas y servicios con los que las ciudades cuentan. Coordinar la comunicación, el intercambio solidario en el territorio, reagrupar los ser-

vicios, etc.

Promocionar la formación continua de profesionales de la educación. Incentivar la innovación educativa de experiencias piloto. Importar/exportar experiencias.

Acciones preferenciales: atención a sectores marginados, programas de integración, programas de desarrollo comunitario.



c) Aprender de la ciudad
La ciudad es considerada aquí una fuente permanente de información, un medio didáctico facilitador de aprendizajes. Debe entenderse a la ciudad como agente de educación.

Desde el nivel descriptivo destacamos que las ciudades enseñan directamente: Elementos de cultura.

Formas de organización política y prácticas cívicas. Formas de vida, normas y actitudes sociales. Valores y contravalores.

Tradiciones, costumbres, expectativas.



La tarea fundamental sería elaborar a partir de los datos provenientes del nivel descriptivo el “curriculo oculto” de la ciudad, para incorporarlo en la enseñanza formal y tenerlo en cuenta en la planificación de políticas públicas pedagógicas.



En el nivel proyectivo las acciones que se promoverán serán: Programa de formación cívica para instituciones educativas. Campañas de sensibilización a través de medios de comunicación. Intervenciones sobre el entorno.



Extraído de:
Ciudades educadoras, una nueva forma de ser ciudad
Alicia Cabezudo
En
EDUCACIÓN, VALORES Y CIUDADANÍA
Bernardo Toro y Alicia Tallone



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