Vivimos un cambio de época. Muchos lo han señalado. Parece cada vez más
claro: dejamos atrás un momento histórico y nos encontramos al inicio de otro
distinto. La llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos es el signo
más visible de este quiebre entre un “algo” que se cierra y otro “algo” que
comienza.
Hay, con todo, muchos otros signos de lo mismo.
Pero, ¿qué significa exactamente eso de “cambio de época”, en qué
consiste, por qué importa y qué implica?
Un cambio de época supone una transformación en la estructura real del
mundo, pero también y sobre todo, una experiencia compartida de que la
partitura básica que, hasta antes del quiebre, nos permitía organizar
significados y sentidos inteligibles, resulta cada vez más inútil para entender
el mundo e intentar predecirlo. Una situación análoga a como si, de pronto, las
notas musicales asociadas a las teclas de un piano dejaran de emitir los
sonidos previsibles desde la pauta vivida como cierta. Fa cuando pulsamos la
tecla Do y Sol cuando pulsamos la negrita del Fa menor. Y eso, a veces, a
ratos, y a ratos otra cosa; todo desordenado, todo patas para arriba.
Así es este cambio de época que estamos viviendo. A eso sabe, así se
siente. Patrones, asumidos como inmutables, evaporándose. Dificultad in
crescendo para construir narrativas, explicaciones, mediciones y predicciones
que nos permitan entendernos y sentir que entendemos y controlamos el mundo que
nos rodea.
El presidente del país (todavía) más poderoso del mundo insultando en
público a las mujeres, a los musulmanes, a los chinos y a los discapacitados,
con un lenguaje aparatosamente hostil y soez, sin que le cueste nada. Ese mismo
señor asumiendo el poder, exudando (desde el cuerpo) furia y deseo de venganza,
en lugar de como solía ser común y esperable, felicidad generosa por tener el honor
de representar, al más alto nivel, a todos los suyos. El mismo sujeto diciendo,
también en público y al día siguiente, que había habido sol en su toma de
posesión, cuando, en la realidad vista y experimentada por todos, sólo había
habido lluvia.
Mentiras flagrantes y grotescas emitidas por una figura dotada de enorme
poder y, por su cargo, autoridad, sin consecuencias. Película de terror
transcurriendo en la vida real y los habitantes de Estados Unidos desayunando
más o menos como si nada la mañana del domingo.
Reitero, partitura básica rota; el sentido y significado, asumido como
cierto y natural, de los actos, los gestos y los eventos volando por los aires.
Dos ejemplos, adicionales y especialmente elocuentes y concretos, de
este cambio de época, entendido como quiebre de la partitura básica de
regularidades y significados, son: la creciente inutilidad de las encuestas y
la transformación de las líneas divisorias (cleavages) en el electorado
de Estados Unidos y otros tantos países.
Durante muchas décadas, las encuestas proveyeron a gobiernos, políticos,
empresas y ciudadanos instrumentos de medición centrales para conocer las
preferencias de las personas y para estimar las decisiones probables de
votantes y consumidores en el futuro. Ese poder de las encuestas ha venido a la
baja y está haciendo agua, fundamentalmente, porque los supuestos (la partitura
básica) en los que se fincaban se corresponden cada vez menos con la realidad.
Los ejemplos de ello abundan, entre otros: Brexit, Colombia, elecciones presidenciales
en Estados Unidos. Las empresas grandes hace tiempo tomaron nota y han venido
desarrollando nuevas formas (fundamentalmente, cualitativas) para conocer los
hábitos de sus consumidores. Gobiernos, políticos y público en general estamos
rezagados y crecientemente desnudos de guías y referencias.
Ha venido ocurriendo algo similar en relación a los perfiles de los
votantes y los clivajes electorales. Hasta hace poco en Estados Unidos, por
ejemplo, la probabilidad de que una persona con altos ingresos votara
republicano tendía a ser alta. En la elección presidencial de 2016, sin
embargo, un número creciente de ricos votaron demócrata.
En sentido similar y siguiendo con Estados Unidos, solía ocurrir –en
particular, desde Reagan y hasta antes de Trump– que una persona contraria al
aborto tendiese a estar a favor del libre comercio y a votar republicano.
En la última elección presidencial de ese país, sin embargo, una
proporción muy importante del voto por el candidato presidencial republicano
provino de votantes que estaban, al mismo tiempo, en contra del aborto y en
contra del libre comercio.
Otra vez: la vieja partitura que nos hacía comprensible el mundo, rota.
En un momento histórico marcado por la inoperancia de las viejas
certezas y por el aumento exponencial de la imprevisibilidad y la
incertidumbre, encuentro que tenemos como individuos y como país tres sopas
posibles. Primero, aferrarnos a la partitura rota y seguir haciendo encuestas
y/o construyendo escenarios “probables” a partir de ella. Segundo, dejarnos
avasallar por la incertidumbre y el miedo, y quedarnos pasmados. Tercero,
asumir de lleno, que, frente al quiebre de las regularidades, significados y
certezas conocidas, como dijera Abraham Lincoln (en su propio cambio de época);
“La mejor manera de predecir el futuro es creándolo”. Es decir y a pesar de sus
muy incómodos riesgos, jugárnosla y construirnos futuro. ¿Por cuál votan?
Por Blanca Heredia
Fuente del
articulo: http://www.educacionfutura.org/cambio-de-epoca-que-significa/