jueves, 21 de abril de 2011

La mejor educación

Reproduzco en este “post” una nota escrita por la Secretaria General de la organización gremial docente más numerosa del país. Si bien coincido con lo expresado, considero que deja pasar el desafío mayor para el Sistema de Educación, que es “Involucrar a la sociedad toda en la problemática educativa”. Si no conseguimos mejorar el “ranking” de la Educación en el concierto de las prioridades sociales, todos los demás esfuerzos serán inútiles.

 

Existen mecanismos de dominación social, que en forma persistente desautorizan el accionar de las escuelas, e instala entre las nuevas generaciones que “no hace falta aprender”, que “hay que divertirse”, y la diversión está en el consumo y no en los aprendizajes. La batalla por la fijación de los sentidos se lleva a cabo en todas partes, y es necesario presentarse en ella, para lograr una mejor convivencia.

 

Esa batalla también se desarrolla en las escuelas, por lo que coincido con lo expresado por la autora de la nota, en cuanto a la necesidad de desarrollar las múltiples alfabetizaciones que exige el momento, y, tal como está expresado en estos blogs, evaluar, pero para mejorar.

 

A continuación lo expresado por Stella Maldonado de la Ctera.

 

Es muy notorio que desde los medios de comunicación monopólicos, ligados a los grupos concentrados de capital, se está orquestando una campaña de cuestionamiento a la escuela pública, basada fundamentalmente en los “bajos” rendimientos de nuestros estudiantes en la pruebas estandarizadas internacionales como el PISA. Lo que nadie dice, por ejemplo, es que la prueba PISA se administra a estudiantes mayores de 15 años, en el caso de Argentina, adolescentes que hicieron la mayor parte de su trayectoria escolar durante la vigencia de la Ley Federal de Educación y mientras el Estado nacional había dejado de invertir en educación, proceso que comienza a revertirse a partir de 2003 y cobra impulso en 2006, cuando comienza a aplicarse la Ley de Financiamiento Educativo. Por otra parte, las pruebas internacionales ranquean países con sistemas educativos absolutamente disímiles e incomparables y no dan cuenta de los procesos educativos en su integralidad.

Hecha esta salvedad, no cabe la menor duda de que los gobiernos, los trabajadores de la educación y la sociedad en su conjunto tenemos el enorme desafío de construir la mejor educación para nuestros chicos, pibes, changos y gurises. Se ha recuperado la inversión educativa y repuesto el papel del Estado nacional como garante del financiamiento, contamos con una nueva Ley de Educación Nacional, con la construcción de escuelas, cientos de miles de niños/as, adolescentes y jóvenes que sufrían exclusión educativa ahora están en la escuela, se han mejorado los salarios, aunque aún no lo suficiente en algunos casos, las escuelas técnicas han recuperado su especificidad y han sido equipadas, se está democratizando el acceso a la tecnología de la información.

Ha llegado la hora de profundizar el compromiso de las políticas públicas y de los trabajadores en el sentido de la calidad social de los procesos de enseñanza y aprendizaje. Universalizar el nivel inicial, incrementar las escuelas de jornada completa, garantizar desde el Estado la formación permanente en servicio para todos los docentes a lo largo de toda su carrera, lograr que haya docentes con dedicación exclusiva, ni subempleados ni sobreempleados, son algunas de las políticas a intensificar en los próximos años, concertadas con los trabajadores en las negociaciones colectivas.
Es imprescindible desarrollar y consolidar procesos de evaluación educativa que permitan ir superando las falencias de los sistemas, de las instituciones escolares y de las prácticas pedagógico-didácticas áulicas. Esta evaluación debe ser participativa, permanente, formativa, no punitiva e institucional. Deben construirse indicadores que den cuenta de lo que sucede en cada sistema educativo y en cada escuela, aplicados a través de la investigación, acción y la reflexión colectiva y guiada sobre la propia práctica tanta pedagógica como institucional. Esta evaluación diagnóstica es el insumo básico para poder diseñar, aplicar y volver a evaluar intervenciones específicas, certeras, pertinentes, sostenidas en el tiempo para superar los déficit detectados.

¿De qué hablamos cuando hablamos de una buena educación? Por supuesto hablamos de conocimiento y no de meramente información, apropiación y construcción de conocimiento de las distintas áreas curriculares, incorporando prácticas que impliquen formación integral en derechos humanos y ciudadanía, conocimiento de la historia reciente, lectura crítica de los medios de comunicación, uso de las TIC (las escuelas deben ser lugares de construcción de brújulas para navegar en el ciberespacio), educación ambiental, educación sexual, multiculturalidad, integración regional.
En los peores años de la crisis económico-social (1997/2002) muchas de nuestras escuelas se convirtieron en campos de refugiados en los cuales se aplicaban las políticas focalizadas de contención del impacto de la pobreza en la mayor parte de nuestros niños/as y adolescentes. Aquí y ahora, en este tiempo que los trabajadores parimos desde la resistencia y queremos sostener y profundizar, el desafío es recuperar la centralidad del conocimiento y el orgullo de ser docentes.





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