Recién
acaba de finalizar el Foro Económico Mundial, que anualmente reúne a jefes de
Estado, grandes empresarios y agentes financieros, y premios Nobel; es decir,
personas que tienen poder para incidir en la conducción política, económica y
social del mundo. Este año, el tema central del encuentro fue la cuarta
revolución industrial, que, según Klaus Schwab, fundador y director del Foro,
cambiará fundamentalmente la manera de trabajar y de comunicarnos.
Se trata
de la Industria 4.0, en la que la producción será totalmente automatizada,
conectada y coordinada por computadoras. Como se sabe, el término fue acuñado
por el Gobierno alemán para describir un tipo de fábrica donde todos los
procesos están interconectados por Internet.
Para los
organizadores del Foro, los aspectos de mayor impacto de esta revolución a
nivel de logística y de cadena de suministro serán la impresión en 3D, la
robotización de los almacenes y la distribución de productos mediante drones. En consecuencia,
el reto y objetivo del encuentro fue la búsqueda de soluciones al desequilibrio
causado por el avance de las nuevas tecnologías y por la aparición de nuevos
modelos empresariales.
En el Foro
se habló también de cinco riesgos mundiales para el próximos año y medio: (1)
falta de mitigación y adaptación al cambio climático;
(2) armas de destrucción masiva; (3) crisis del agua; (4) migraciones
involuntarias a gran escala; y (5) impacto del precio de la energía en los
negocios.
Ahora
bien, aunque los organizadores del evento hablaron de plantear respuestas
frente a lo que ellos consideran son los grandes desafíos de la actualidad
(léase baja inflación, hundimiento del precio del petróleo y disminución de la
cotización de las materias primas, pasando por la crisis de refugiados europea
y la expansión del terrorismo), las voces críticas y éticas han señalado otros
temas y desafíos que no suelen ser centrales en la agenda de las élites
mundiales, pero que afectan a millones de seres humanos, especialmente a los
que viven en los países denominados “en desarrollo”, a los cuales se les exige
una pronta e ineludible adaptación a las dinámicas que derivan del mundo rico.
Una de
esas voces críticas es la organización Oxfam, que coincidiendo con el Foro Económico
Mundial en Davos presentó su
informe “Una economía al servicio del 1%”.En el documento se denuncia que los
sistemas económicos están beneficiando cada vez más al 1% de la población más
rica.
Según
Oxfam, la desigualdad extrema en el mundo está alcanzando cotas insoportables.
Actualmente, el 1% más rico de la población mundial posee más riqueza que el
99% restante de las personas del planeta. El poder y
los privilegios se están utilizando para manipular el sistema económico y así
ampliar la brecha, dejando sin esperanza a cientos de millones de personas.
Asimismo, el entramado mundial de paraísos fiscales permite que una minoría
privilegiada oculte en ellos 7,6 billones de dólares.
Oxfam
analizó 200 empresas, entre ellas las más grandes del mundo y las socias
estratégicas delForo Económico
Mundial, y revela que 9 de cada 10 tienen presencia en paraísos
fiscales. En 2014, la inversión dirigida a ellos fue casi cuatro veces
mayor que en 2001.
Este
sistema mundial de evasión y elusión fiscal está desviando recursos esenciales
para garantizar el estado de bienestar de los países ricos, además de privar al
resto de los recursos imprescindibles para luchar contra la pobreza, asegurar
la escolaridad infantil y evitar que sus habitantes mueran a causa de enfermedades
que pueden curarse con facilidad.
Desde un
espíritu ético y profético, el papa se dirigió a los organizadores del Foro
exhortándoles, en primer lugar, a no olvidarse de los pobres. Este es, según
Francisco, el principal desafío de los líderes del mundo de los negocios.
Señaló que “quien tiene los medios para vivir una vida digna, en lugar de
preocuparse por sus privilegios, debe tratar de ayudar a los más pobres para
que puedan acceder también a una condición de vida acorde con la dignidad
humana, mediante el desarrollo de su potencial humano, cultural, económico y
social”.
Al
referirse a los albores de la cuarta revolución industrial, manifestó que han
sido acompañados por la creciente sensación de que será inevitable una
drástica reducción del número de puestos de trabajo. La “financialización” y
“tecnologización” de las economías, puntualiza el papa, han producido cambios
de gran envergadura en el campo del trabajo: menos oportunidades para un empleo
digno, reducción de la seguridad social, aumento de desigualdad y pobreza.
Frente a
los profundos cambios que marcan época, Francisco propone a los líderes
mundiales un reto y una necesidad. El reto, garantizar que la futura
cuarta revolución industrial, resultado de la robótica y de las innovaciones científicas
y tecnológicas, no conduzca a la destrucción de la persona humana— remplazada
por una máquina sin alma— o a la transformación del planeta en un jardín vacío para el
disfrute de unos pocos elegidos. Y la necesidad, crear nuevas formas de
actividad empresarial que fomenten el desarrollo de tecnologías avanzadas y
sean capaces de utilizarlas para crear trabajo digno para todos, sostener y consolidar
los derechos sociales y proteger el medioambiente.
Finalmente,
sentencia el obispo de Roma — en la más auténtica y genuina tradición cristiana
—,es el hombre quien debe guiar el desarrollo tecnológico, sin dejarse dominar
por él. Cuidar la casa común y la persona es lo primero.
Por Carlos Ayala Ramírez
Articulo
tomado
de: http://www.ecoportal.net/Temas-Especiales/Economia/Desafios-de-la-cuarta-revolucion-industrial