¿Los medios son sólo
un puente entre el suceso y las personas? ¿O tienen capacidad de construir
realidades? ¿Estamos en presencia de grandes procesos de manipulación? ¿Qué
intereses defienden los medios? Sea cual fuese la respuesta, es indudable que
es imprescindible una “Educación en medios”, para poder utilizarlos, y no ser
utilizados por ellos ¿A quién corresponde la responsabilidad de esa educación?
Debe ser una responsabilidad que debe ser asumida por la sociedad en su
conjunto.
La administración,
los medios de comunicación, la familia y las instituciones educativas deben ser
educadores responsables
La familia y la escuela pierden fuerza socializadora al
mismo tiempo que la ganan los medios de comunicación. Esta realidad implica un
desafío para los padres, la familia y la administración pública ya que la
responsabilidad socializadora es, por igual, de todos los agentes sociales, también
de quienes detentan el poder de los medios de comunicación y de las grandes
cadenas de televisión. Nadie duda de la responsabilidad legal de los medios de
comunicación pero poco se habla de su responsabilidad moral y socializadora, de
la importancia que sus mensajes y actuaciones poseen para quebrar la pasividad,
para incitar a la participación ciudadana. Se hace urgente e imprescindible
unir esfuerzos para que los grandes problemas del mundo en el siglo XXI, que generalmente
tienen que ver con la solidaridad y el respeto, tanto hacia las personas como
hacia el medio ambiente, estén presentes con criterios de interés global en los
medios de comunicación.
Con rapidez y vertiginosidad se aprecia cómo el mundo es
invadido por los medios de comunicación de masas, que cobran una relevancia
especial gracias a los avances tecnológicos. El gran desafío de los educadores
–padres, profesores, responsables y comunicadores es adquirir la fuerza
suficiente para, en un principio, utilizar el poder icónico y emotivo de los
medios de comunicación y de las nuevas tecnologías con finalidades educativas,
y al mismo tiempo, proponer a los educandos –alumnos y sociedad en general las
posibilidades educativas y didácticas suficientes como para convertir la fuerza
de la televisión y su mensaje, en un vehículo e instrumento imprescindible de
búsqueda de información, de apreciación de la realidad y de puerta a la
investigación.
Socialización y
medios de comunicación
La socialización es un proceso por medio del cual el ser
humano adquiere la experiencia de interrelacionarse con los demás, adquiriendo
en dicha experiencia aptitudes y conocimientos que le permitirán desenvolverse
en
la sociedad. La
socialización, que se integra en los individuos fundamentalmente de forma
inconsciente, hace que éste vaya adaptándose al medio donde vive, perciba los
cambios sociales, conviva con los demás miembros de su grupo humano, y respete
y sienta afecto por sus pares. Al no poder integrarse los individuos en su
totalidad de una forma espontánea, ya que los hechos sociales son exteriores a
él y se dan en cada ser humano por cauces diferentes, la misma sociedad o grupo
humano crea los mecanismos educativos necesarios para homogeneizar los
elementos comunes de la cultura y del saber de dicho grupo y asegurarse así una
socialización mínima semejante en todos sus miembros.
La sociedad en su totalidad, según Durkheim, es agente de
socialización, cada persona con quien el individuo entre en contacto es en
cierto modo un agente. El comienzo natural del proceso para cada niño recién
nacido es su inmediato grupo familiar, el más importante en los comienzos, pero
que pronto se amplía con otros grupos humanos de relevancia capital. No
obstante, la familia es un nexo muy importante entre el individuo y la
sociedad, ya que controla el lugar en el que sus hijos se educan, trasfiere a
los descendientes las propias creencias, pensamientos y valores y selecciona el
lugar de educación de y los medios de comunicación con los que se relacionan
sus vástagos.
El segundo nivel de socialización, en el que los más jóvenes
se incorporan al proceso de recrear, vivir, reproducir y transformar la cultura
familiar más cercana, es el que gestiona el sistema educativo, desde los
primeros años de escuela hasta la universidad. La interacción social es importante
en clase. Los niños deben hablar con otros, compartir sus experiencias.
¿Por qué las escuelas
obligan a los niños a estar callados?, dando como resultado una situación de
autoridad y aburrimiento. (Piaget). La socialización que pretende la
educación oficial, o debe pretender, no es el cumplimiento más perfecto y
complejo de los procesos de socialización adquiridos en los primeros años de
vida, sino ofrecer a niños y jóvenes la posibilidad de cuestionar la validez
antropológica de los influjos sociales, de reconocer y elaborar alternativas y
de tomar decisiones con cierta autonomía en función de las realidades del
presente. Sin embargo, la capacidad socializadora que la escuela tenía hace
unos años, ha disminuido sustancialmente. No es el caso analizar en este lugar
las causas, algunas de las cuales tienen que ver con la presión familiar y el
entorno próximo, y sobre todo las que ejerce la televisión y, cada vez más, los
juegos informáticos y la inmediata comunicación a través de los teléfonos
móviles.
La televisión socializa porque ayuda a crear costumbres, lo
más profundo de los elementos culturales de una sociedad, y pone en cuestión
los sistemas educativos formales e informales y perjudica notablemente las
relaciones interpersonales y familiares. En el espectador de televisión, sobre
todo en los más pequeños, se aprecia la dualidad que se crea entre la realidad
y la ficción. Se
ven seguidamente escenas reales y ficticias, sin discriminar la violencia auténtica
de la falsa, la realidad de la ficción y se representan estereotipados los
roles sociales, étnicos, sexuales y profesionales. La intensidad con la que se
vive el problema de la televisión puede llevar a dos consecuencias radicales:
creerlo todo, introduciéndose falsamente en un mundo de esquizofrenia, creando
en quienes se exponen a sus emisiones durante al menos cuatro horas al día un
«desplazamiento de realidad», identificando lo que ven en la pequeña pantalla
con lo que les rodea, o pasar por encima de todo, adjudicándose la conciencia
angelical de que no sucede nada importante. (Martínez Salanova)
La responsabilidad de
la familia
La familia, ni puede rechazar por sistema los medios como un
mal, ni debe dar la espalda a una realidad cultural y social que se ha
introducido en los hogares y que aporta diversión, entretenimiento y formación.
Sin embargo, aunque es la familia quien tiene la primera responsabilidad, no
solamente de cuidar el uso de los medios, tiene el derecho de plantearse otras
metas para su utilización educativa e ir más allá, exigiendo medidas a las
diversas administraciones, ya sean locales o autonómicas.
La familia no debe cerrar los ojos a lo que hacen sus hijos
y debe continuar su exigencia crítica ante los medios. Su responsabilidad es
educadora, empleando los elementos de didáctica familiar que correspondan, ya
que los niños y jóvenes, pueden sufrir en gran medida la influencia física, psíquica
y consumista de los medios. El aprendizaje necesario para que las familias sean
capaces de utilizar con equilibrio la televisión, supone un esfuerzo completo
de todos sus integrantes, especialmente de los padres.
Una salida es -a largo plazo que los espectadores consumidores
ejerzan su derecho de intervención y logren mejorar la calidad de la programación. Para
ello es preciso implicarse como familia consumidora de imagen en la formación
personal hacia medios y mensajes y procurar que los sistemas educativos,
familiares, regionales, estatales y sociales, hagan inexcusable un diseño de
enseñanza aprendizaje en el que se consideren los medios de comunicación y su
análisis crítico (Peralta). Se puede y debe exigir a las productoras de
televisión, sin que ello evite la responsabilidad formativa de la familia, que
mejoren y cuiden los contenidos y los horarios de emisión, que controlen de
forma eficaz la calidad de sus programas.
La responsabilidad
del sistema educativo
En cuanto a la educación en medios, llevamos una década de
programas y proyectos institucionales centrados en lo tecnológico, ¿por qué se
potencia tan poco la educación en medios, lo que supone una alfabetización
audiovisual y digital? Pienso que por la misma razón de que es más fácil
instruir que educar, por la misma razón que confundimos tecnología con
máquinas, olvidándonos que el cerebro es la materia prima de la tecnología, por
la misma razón que en educación trabajamos sin tener en cuenta los objetivos,
ni la de necesidad de planificar los procesos, ni utilizar los recursos incluidos
los audiovisuales, informáticos y mediáticos en función del mismo proceso, por
la misma razón de que desistimos de la reflexión, del pensamiento, de la
filosofía y buscamos lo rápido, el último grito,
la moda. El sistema educativo,
en concreto los profesores, deben estar al día en lo que aportan los medios y
las nuevas tecnologías, en la utilización didáctica de los mismos y en las
posibilidades pedagógicas y formativas que entrañan, sin dejarse subyugar por
lo inmediato, lo rápido y lo vertiginoso: Un ejemplo, se confunde estar al día
con disponer de la última versión de Windows, del último juego informático, del
móvil de última generación o del último dispositivo mediático, cuando la capacidad
de estar al día se debiera manifestar en la actitud de búsqueda de nuevas
formas de investigar la realidad para acercarse a ella, de detección de nuevos
problemas y de la búsqueda creativa de sus soluciones, de aplicar nuevas
fórmulas educativas y didácticas para que los ciudadanos se hagan con la tecnología
y no, como sucede en muchas ocasiones, dependan de ella.
La administración educativa, por ello, debe proponer en
serio la adaptación, competente y honesta del profesorado, basada en su eficacia
didáctica y pedagógica, que implique a toda la comunidad educativa. Al contrario,
vemos que es más cómodo para el sistema educativo enseñar programas
informáticos, muchos de ellos de usar y tirar, que educar para y con los
medios, integrados en una sociedad educadora.
Se hace un inmenso gasto en material tecnológico, pero
escasa inversión en formación de los profesores, escasamente se investigan
nuevos planteamientos didácticos, y en pocas ocasiones se dedican dineros, espacios
y tiempos formativos en interesar a los profesores en estas materias y dotarlos
de herramientas útiles, didácticas, de investigación y de formación personal.
La alfabetización audiovisual, clave para moverse hoy día en el mundo, y
necesaria también en el uso de las nuevas tecnologías, brilla por su ausencia
tanto en los profesores, generalmente desconocedores de ella y de su
importancia educativa, como en los alumnos. Es necesario dedicar más tiempo y
esfuerzo a las nuevas didácticas, su investigación y transmisión, didácticas
especiales que tengan que ver con la totalidad de los medios y también con las
nuevas tecnologías.
En resumen, pienso que se potencia poco la educación en
medios, fundamentalmente por comodidad, de los profesores y de la misma
administración. Los recursos del estado se dirigen más a lo tecnológico que a
lo educativo. La administración ha caído en la trampa de diseñar sus programas,
favoreciendo más la instrucción que la educación, a pesar de que ésta es
fundamental para el desarrollo pacífico, solidario y creativo de la Especie Humana, y
entraña también la instrucción).
La responsabilidad de
los medios
La responsabilidad de los medios de comunicación en la
socialización, sobre todo de los que se dejan acompañar por las nuevas
tecnologías, y sobre todo la televisión, es inmensa. Nadie duda de las responsabilidades
legales, amparadas por legislaciones internacionales y de los países, que tiene
que ver con la publicidad, con los derechos humanos, en ocasiones con los
horarios de difusión y con los contenidos. Poco se habla de las responsabilidades
socializadoras.
Al ser productos fabricados por la especie humana, se da por
supuesto que los medios de comunicación están al servicio de la mejora de la
sociedad y de su cultura. Los medios de comunicación, tienen la obligación social
de ejercer la defensa del interés público, y proteger a los ciudadanos, especialmente
a los menores. Se hace necesario que la responsabilidad socializadora, que la
tiene, se haga consciente en quienes detentan el poder de los medios, quienes
definen programas y contenidos y quienes tienen capacidad de decisión en las
formas de presentación de sus mensajes. Los medios de comunicación de masas son
los grandes productores de significación y sentido en las sociedades de masas
y, por tanto, los grandes mediadores en la percepción e interpretación de la realidad. Aparecen
como altavoces de la realidad social y son intermediarios/mediadores en la
comprensión e interpretación de la misma.
Las empresas que poseen las cadenas de televisión se rigen
por los mismos patrones de rentabilidad económica que el resto de las
industrias del país, detentando un poder importante en el espacio individual,
familiar y social capaz de intervenciones decisivas en la vida política y
económica, aunque sólo sea como control del resto de los poderes, de forma
parcialmente diferenciada en algunos medios. La prensa, por ejemplo, es más
bien mediador político, creador de opinión pública ciudadana, elemento decisivo
en la práctica política, planteando críticas hacia los poderes y demandas de
decisiones públicas de los gobernantes. El resto de los medios canalizan y
crean fundamentalmente la opinión pública cultural. La televisión es,
fundamentalmente, instrumento de cultura, trasmisora de modas y
comportamientos, de prejuicios y de valores. Al mismo tiempo que es uno de los
principales soportes de transmisión y difusión de obras y productos culturales
es creadora de tendencias y de pautas culturales, modeladora de costumbres, difusora
de ideas y opiniones y promotora de conductas sociales y privadas.
Si las empresas televisivas son como cualquier otra
organización, debieran tener en cuenta aspectos comerciales y sociales más
simples, reglamentados con frecuencia por los estados o por organismos internacionales.
Quien fabrica lavadoras, por ejemplo, elabora un producto del que se intenta
vender el mayor número posible de unidades, sabe que su venta está relacionada
con su popularidad, que depende de su calidad, de su servicio post venta, del
entorno en el que se vende, etc. La empresa cuida además que los artefactos se
utilicen con cuidado, da instrucciones para que se cumpla la normativa de
seguridad, da garantía de que el producto es de calidad y ante cualquier
reclamación, al igual que los consumidores, es amparada por la ley. Las empresas
televisivas, sin embargo, que tanto influyen en la cultura, en los valores y en
los comportamientos de los ciudadanos, que producen entretenimiento,
información y cultura, buscan exclusivamente la popularidad y por ende cuanto
más se vean sus programas, mejor, olvida el servicio post venta, los posibles
daños colaterales que puede producir y el producto emitido solamente es
cuantificable en su valoración por los índices de audiencia, sin apenas control
moral o so cial por parte de la administración o de los consumidores. Por todo
ello, por su importancia, las cadenas de televisión deben asumir sus propias
responsabilidades. Los modelos familiares, éticos, sociales y culturales que la
televisión aporta, están muy lejos de lo que es la familia en nuestra sociedad.
Se consumen otros estilos de vida y de costumbres; se integran diferentes y
multiformes relaciones familiares, éticas y sexuales. Las series que la
televisión presenta, reproducen situaciones por lo general estereotipadas, o
muy lejanas a la realidad, por lo que la juventud vive y reproduce la
fascinación por lo desconocido.
Los medios de comunicación, para contribuir a la responsabilidad
socializadora compartida, deben aumentar sus relaciones con los diversos
sectores de la sociedad, con una diversificación de la oferta, cuidando tanto a
los niños como a los adultos en su programación y en sus horarios de emisión.
Se confunde en ocasiones horario de adulto con un espacio en el que cualquier
cosa vale y, si bien es cierto que el adulto tiene capacidad de discriminación
y puede elegir programas, cierto es también que los miembros de
la Especie Humana,
todos, somos individuos en constante y permanente formación, necesitados en
todas las etapas de la vida de elementos que nos permitan estar en constante
maduración y aprendizaje.
La pasividad de la
participación ciudadana
Uno de los principales desafíos con los que se encuentra la
sociedad de la información es el deterioro de la participación ciudadana. La
sociedad del bienestar, la absoluta dependencia del estado para conseguir
cualquier beneficio, la delegación total de responsabilices en los
representantes populares, que piensan y deciden en nombre de todos, el gran
cambio producido en el mercado de trabajo y la rapidez con la que se suceden
los movimientos culturales y sociales, ha logrado en pocas décadas que los
individuos nos consideremos a la espera, en actitud distante y despreocupada
ante el futuro inmediato que vendrá, sin duda, aportando beneficios, y ante un
futuro lejano, que se pinta oscuro, contra el que no se puede luchar y que
otros tendrán que encarar.
Con estas perspectivas, a pesar de las facilidades de
comunicación, el ciudadano se enclaustra en su pequeño entorno familiar y
social, dando la espalda a los problemas del mundo y volviéndose cada día más
solitario.
Los grandes poderes económicos organizan la información
mundial y la dan digerida a los ciudadanos, que la leen, la entienden y asimilan
sin cuestionar. Ante los medios, se asumen posturas pasivas, alienadas, que no
implican al individuo y son escasamente participativas. Es de ineludible
importancia que los ciudadanos tomen conciencia de sus responsabilidades. Para
ello, los medios comunicativos deben adquirir el compromiso de levantar al
ciudadano de su apatía, proponiendo y sugiriendo actitudes activas y
participativas. Las cadenas de televisión, sobre todo, deben tomar conciencia
de su función educadora.
En cualquier sistema comunicativo el emisor es el primero y
principal responsable, quien debe pensar qué emite, a quién y con qué
consecuencias. No así los medios de comunicación, que casi su totalidad, se
desentienden de sus mensajes una vez emitidos, que dejan en manos del
espectador/cliente/usuario o lector la responsabilidad de decidir en qué nivel
consciente establece la reflexión crítica, el aprendizaje creador, la respuesta
activa, la promoción de su individualidad, su rescate como sujeto digno, no
sometido a los caprichos y avatares de la televisión y a la dictadura de las
pantallas.
La televisión aborda infinidad de problemas interesantes que
podrían servir para realizar una reflexión sobre ellos, aportar elementos
conceptuales para su conocimiento y aumentar nuevos niveles de apreciación y
puntos de vista para establecer debates respetuosos y flexibles. Sin embargo,
dado su ínfimo grado de respuesta crítica la televisión, en general, dada su necesidad
de aumentar el nivel de audiencia y la escasa responsabilidad de los promotores,
los presenta de forma malsana y trivial, en debates crispados insultantes y de
creciente morbosidad, oculta la importancia de los problemas, que prostituye o
banaliza. En otras ocasiones, la imagen sustituye o enmascara el contenido, la
violencia planificada de los debates impide la reflexión seria y la intromisión
innecesaria en la intimidad de las personas, a las que retira toda posibilidad
de dignidad y respeto, arruina los posibles beneficios que para la sociedad
pudiera proporcionar el tratamiento televisivo.
La responsabilidad de
los agentes sociales
Los agentes sociales se lanzan la responsabilidad educativa
de unos a otros. Los profesores y la escuela en general afirman en muchas
ocasiones que no tienen por qué suplir el trabajo de
la familia. La familia,
no se entiende con la escuela ni
la apoya. Todos, la sociedad en general, la escuela
y la familia, culpan en gran medida a la televisión de la pérdida gradual de
los valores mientras deja los hijos a su cuidado.
Las grandes cadenas, por otra parte, no atienden a su
responsabilidad socializadora y dejan en manos de la familia el control de los
horarios en los que sus hijos están ante el televisor.
La administración del Estado, mira para otro lado cuando las
cadenas incumplen sobre horarios y contenidos en horarios infantiles, se olvida
de que los profesores necesitan apoyo y formación para tomarse en serio la
televisión como elemento socializador y deja, igualmente, en manos de los
padres la totalidad del problema.
Nos encontramos en un mundo globalizado en todos sus
aspectos, en el que los compromisos deben ser compartidos. No es posible, por
tanto, alejar responsabilidades, los agentes sociales no pueden dejar de asumir
lo que solamente se puede solucionar entre todos. Por una parte, somos
conscientes de que el papel que la televisión tendrá en el proceso de socialización
de las generaciones que nos continúen dependerá del cambio que se produzca en
la familia y en la
escuela. Una de las responsabilidades de la escuela y de la
familia debe ser la de promover un uso crítico y reflexivo de los medios de
comunicación, y especialmente, de la televisión, promover ámbitos o contextos
cognitivos en los que predominen la experimentación y la creatividad, en el que
los niños, desde pequeños, estén cerca del mundo de las imágenes y de los
procesos productivos de las mismas, desmitificando los medios desde su
interior, a partir del debate responsable, del trabajo en equipo y de las relaciones
sociales. Al mismo tiempo, se debe exigir a la administración que cumpla sus
compromisos de control de los medios de comunicación en lo que tiene que ver
con programas y horarios infantiles, con la utilización de la publicidad y con
la intromisión excesiva en la intimidad.
TV educativa-TV
educadora
Sin embargo, es de suma importancia que las televisiones
acepten la responsabilidad de educar como misión ineludible e incuestionable.
En un mundo, como se decía más arriba, la responsabilidad del futuro es cosa de
todos, la televisión debe ser educadora.
Normalmente confundimos los conceptos: educador, educativo e
instructivo.
Lo instructivo tiene que ver con los conocimientos o
movimientos que se aprenden mecánicamente. Para que sean educativos, estos
aprendizajes deben poseer algo más, que sean significativos, que estén en un
contexto más amplio, que el que aprende los inserte en un entorno, que asimile
los valores del aprendizaje, etc. Un documental puede ser instructivo, pero si
no está dentro de un contexto, si no se adapta el lenguaje, las formas y los
tiempos, a la edad de quien que se pretende sea espectador, no será educativo.
Para que una televisión sea educativa, debe tener intencionalidad
educativa. Propósitos y objetivos claros, definición de la audiencia a la que
va dirigida y por ende adecuación de los métodos, lenguajes y estructuras a
ella. Algunos intentos de la televisión pública y de algunas televisiones
autonómicas, han tenido éxito en este sentido.
Sin embargo, toda la televisión debe ser educadora (no
necesariamente educativa), pues nos encontramos en un mundo en el que los
problemas los debemos encarar entre todos. No es posible que las televisiones,
con la fuerza cultural y capacidad subyugadora que poseen entre los ciudadanos,
se desentiendan de esa responsabilidad. Una televisión educadora es la que plantea,
propone y estructura sus programas pensando en que en el mundo hay problemas de
todos y que hay que colaborar en crear corrientes de opinión y de debate para
que los ciudadanos busquen también su propia responsabilidad.
Extraído de
La responsabilidad de la educación con los medios y para los
medios es de toda la sociedad
Enrique Martínez-Salanova
Director de Aularia