sábado, 22 de diciembre de 2012

Exclusión inclusión y calidad educativa en la Escuela Secundaria


La escuela fue pensada, y funcionó siempre, como “seleccionadora”, de allí se destinaba a los jóvenes a ocupar diversas funciones. Todo esto estaba íntimamente ligado al capital cultural, y a la posición social de los alumnos. De esta manera cumplía funciones de reproducción social, y de legitimación de desigualdades. Ahora, desde el discurso político, se afirma que debe ser “incluyente” ¿Esto depende exclusivamente de los docentes? ¿O debe ser considerado un hecho importante por la sociedad en su conjunto? ¿Puede serlo en un contexto social que no valoriza los aprendizajes? Se trata de un problema social, que tiene múltiples aristas, y merece nuestra preocupación. Las siguientes opiniones hacen su aporte.




«La secundaria no está preparada para la inclusión, porque los docentes trabajamos con una concepción de estudiante medio: algunos quedan por arriba y pierden el tiempo; otros quedan por abajo y nunca acceden a los conocimientos que suponemos que tienen que tener los chicos. Además, a partir de la nueva ley que declara la obligatoriedad del secundario, se van a incorporar los núcleos más duros de pobreza, de desintegración social, de marginación, que traerán modelos culturales muy diferentes de los que posee la escuela. El 20 o 30 % que hay que incorporar a la secundaria, tiene una socialización muy diferente de la de los que ya están en ella.» (Daniel Filmus, senador nacional y ex ministro de Educación de la Nación)



«La secundaria es una institución destinada históricamente a la selección, fue siempre para un grupo reducido de población. Cuando incluís heterogeneidad sociocultural, no aguanta esa embestida, no tiene capacidad de adaptación. Entonces genera situaciones de mucha violencia interna: todos tienen que soportar o excluir. Hay una dinámica de inclusión/exclusión que yo llamo efecto colador, por la cual las escuelas incorporan a un grupo de estudiantes de acuerdo a un determinado patrón sociocultural y excluyen a los que no se adaptan a él. Siempre hay un grupo que se cae, entonces se crean otras instituciones con un nuevo patrón para recoger a los que no fueron incluidos en las anteriores y allí vuelve a darse una nueva expulsión. Así nacieron las Escuelas Medias de Enseñanza Municipal en la Ciudad de Buenos Aires en la década de 1990, que ya en su normativa constitutiva decía que era para los que habían sido desplazados de las escuelas tradicionales. Y en el año 2000 se crean las escuelas de reingreso, para quienes fueron excluidos de las EMEM. Las aulas, parece, no pueden contener heterogeneidad. Ahora hay un discurso que asocia la inclusión con el control social; cuando los funcionarios dicen hay equis cantidad de jóvenes que no estudian ni trabajan, están diciendo que hay un grupo de chicos que está en la calle y es necesario controlarlo. Sabemos que la escuela es un dispositivo de disciplinamiento, pero me empecino en pensarla como un dispositivo cultural, donde se puedan construir espacios más amigables para procesar la cultura de la imagen, así como las formas de vivir, pensar y aprender de los jóvenes.» (Guillermina Tiramonti, Directora Académica de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales)





“Pensar que el desafío es que todos completen la secundaria es depositar en la escuela una expectativa imposible de cumplir, porque hay una estructura social que no la acompaña.” (Tiramonti)



«Cuando mirás las características de los que llegan al último año de la escuela secundaria, observás cierta homogeneidad; eso quiere decir que la diversidad se perdió en el camino. No me refiero sólo a la homogeneidad en términos socioeconómicos, sino también a la apuesta que hacen, a las ganas que le ponen los chicos. Decir que la nueva secundaria tiene que ser un lugar confortable, donde quepan todos, suena muy naïf. Pensar que el desafío es que todos los chicos completen la secundaria es, a mi modo de ver, una mirada miope, porque es como si dijéramos que las escuelas son las responsables de que los chicos estén sanos física y psíquicamente, que tengan vivienda, alimento y vestido. Es depositar en la escuela una expectativa imposible de cumplir, porque hay una estructura social que no la acompaña. Si estuviéramos todos en igualdad en el punto de partida, sería otra cosa. Pero hoy es una institución que tiene que procesar conflictivas sociales muy complejas.» (María Rosa Almandoz, Directora del Instituto Nacional de Educación Técnica)



«En conversaciones con muchos docentes aparece la idea de que la escuela media no es para todos. Algunos plantean que se requieren de ciertas disposiciones, cierta disciplina, ciertas condiciones y cierto acompañamiento familiar que no siempre está.



Y ahí la repregunta es: ¿por qué esperar que esas cosas se traigan en el momento de entrar a la escuela? ¿Por qué no se le puede pedir a la escuela que forme para tener capacidad de abstracción, disposición para el estudio? A partir de la obligatoriedad, el sector nuevo que ingresa a la secundaria es el más pobre. Y la escuela no está preparada para la inclusión en términos de infraestructura, de cantidad de bancos, pero tampoco simbólicamente. Hay una percepción de extrañamiento y confrontación entre los que estábamos desde antes y los nuevos. A veces hay una inclusión bastante paternalista que tiene que ver con esta corriente que trabaja con lo que los chicos traen, como la cumbia, por ejemplo. Ahí la escuela tiene una encerrona grande. Por un lado, está bueno no inhabilitar los contextos cotidianos de los chicos, pero por el otro, la escuela tiene que facilitar el acceso a otros mundos.» (Myriam Southwell, presidenta de la Sociedad Argentina de Historia de la Educación)





«Hoy el grueso de la demanda social se dirige a los problemas de la calidad, que no pueden desconocer los de cobertura. Uno de los riesgos que va a correr la obligatoriedad de la escuela secundaria puede ser que se rearme esta antinomia entre cobertura y calidad que fue una de las cuestiones que hostilizó a la reforma educativa de la década de 1990. Como dicen algunos investigadores, la opinión publica no puede desconocer el hecho doble de que cuando se expande el sistema, entran los que estaban afuera y los que estaban afuera –de menor nivel socioeconómico y menor capital cultural no pueden sino producir el efecto de disminuir los niveles de rendimiento del sistema… justamente porque los que entran son los más desprotegidos. Si los profesores no recomponen su subjetividad, va a ser difícil avanzar en la distribución de conocimientos y en la voluntad de incluir. Esa inclusión hoy no puede sino reconocer la diversidad, que si es legitimada, pone en el interior del sistema educativo fragmentos de la sociedad que muchos actores sociales preferirían ignorar.» (María del Carmen Feijoó, socióloga y coordinadora del Programa para América Latina Fundación Ford)







Extraído de
Investigar el secundario
Cuaderno de discusión Nro 1
El Dilema del Secundario
UNIPE
Editorial Universitaria


 

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