Esta compleja
realidad cotidiana que es la ciudad en que vivimos, ¿puede cumplir una función
educadora? La perspectiva de ciudad educadora como marco conceptual de análisis
y de aplicación de políticas públicas, supera los planteamientos realizados únicamente
desde la óptica de la educación formal y más concretamente desde el campo del
sistema educativo tradicional.
Hoy más que
nunca la ciudad grande o pequeña dispone de incontables posibilidades
educadoras. De una forma u otra contiene en sí misma elementos importantes para
una formación integral de sus habitantes. Por ello, el concepto de ciudad
educadora es una nueva dimensión complementaria y, hasta cierto punto,
alternativa al carácter formalizado centralista y a menudo poco flexible de los
sistemas educativos tradicionales.
Si entendemos
a la educación como una práctica social, como un proceso de crecimiento
individual y colectivo que posibilita transformar y transformarse, y a la
ciudad como un espacio donde se desarrolla ese proceso y esa transformación,
podemos decir que “la ciudad puede y debe ser educadora”. El medio urbano
presenta, de hecho, un amplio abanico de iniciativas educadoras de origen,
intencionalidad y responsabilidad diversas. Engloba instituciones formales,
intervenciones no formales con objetivos pedagógicos preestablecidos, así como
propuestas o vivencias que surgen de una forma contingente o que han nacido de
criterios mercantiles.
Y, aunque el
conjunto de propuestas se presente algunas veces contradictorio o manifieste
las desigualdades ya existentes, la ciudad favorecerá el aprendizaje permanente
de nuevos lenguajes y brindará oportunidades para el conocimiento del mundo, el
enriquecimiento individual y la posibilidad de soluciones solidarias.
La ciudad
educadora es una ciudad con personalidad propia, integrada en el país donde se
ubica. Su identidad, por tanto, es interdependiente con la del territorio del
que forma parte y de la historia de la cual es resultante. Es, también, un
espacio abierto que no se encierra en sí mismo, sino que se relaciona con su
entorno: el medio rural, otros núcleos urbanos de su propio territorio y
ciudades de otros países. Relación que da como resultado un proceso de
aprendizajes mutuo, de intercambio y aprehensión de nuevas dimensiones culturales,
que enriquecen la perspectiva vital y la comprensión de sus habitantes.
La ciudad
educadora es un complejo en constante evolución y puede tener expresiones
diversas, pero siempre considerará como una de sus prioridades la inversión
cultural y la formación permanente de su población. De esta manera, además de
sus funciones tradicionales (económica, social, política y de prestación de
servicios), asume la intencionalidad y responsabilidad en la formación,
promoción y desarrollo de todos sus habitantes: niños, jóvenes, adultos y
ancianos.
Esta nueva
dimensión del concepto de ciudad implica considerar que la educación de los
niños, jóvenes y ciudadanos en general no es solo responsabilidad de los
estamentos tradicionales (Estado, familia, escuela) sino también de las
asociaciones, de la comunidad en su conjunto, de las instituciones culturales,
de las empresas con voluntad educadora y de todas las instancias de la sociedad. Ellos se
convierten en agentes educativos de extraordinaria importancia a través de un
tejido asociativo, que debería fortalecerse para potenciarlo sistemáticamente a
través de las políticas públicas pedagógicas por parte de los gobiernos
locales.
Por otra
parte, el hecho de romper los ritos clásicos de los espacios urbanos, donde se
puede realizar la educación y los actos culturales –escuelas, colegios,
universidades, institutos– y abrir todos los espacios de la ciudad a un proceso
de aprendizaje, provoca intervenciones educativas y culturales generadoras de
saberes y prácticas cotidianas extraordinariamente valiosas en la conformación
de la trama social urbana.
En la
multiplicidad de instituciones y lugares educativos que presenta la ciudad, los
núcleos más estables y obvios están constituidos por las instituciones
formales: escuelas, universidades, colegios, institutos, academias y centros de
investigación. Pero coexisten con ellas todo el conjunto de intervenciones
educativas no formales: talleres, muestras, campañas, jornadas, exposiciones,
actividades libres de carácter formativo, festivales, congresos y, por otro
lado, el difuso conjunto de vivencias educativas informales: espectáculos,
publicidad, programas de radio y televisivos, periódicos, cómics, usos y
costumbres, reuniones vecinales, fiestas populares y religiosas, tradiciones,
ritos… .
La influencia
educativa de la ciudad no es consecuencia de la simple acumulación de estos
diversos procesos, sino de la interacción combinada entre los “modos” de
educación que se generan en los diferentes niveles formal y no formal así como
la influencia del campo informal.
Por lo tanto,
para medir la capacidad educativa de un medio urbano determinado no solo hay
que tomar como indicadores de cantidad y calidad las instancias educativas que
contiene, sino también cómo todos estos agentes interactúan y son capaces de
armonizarse y coordinarse entre sí. Acción fundamentalmente política
proveniente de claras estrategias de gobierno, que acompañen estos principios
desde una dimensión innovadora en la planificación de las prácticas pedagógicas
locales.
En realidad,
la ciudad, desde una perspectiva de políticas públicas educativas, puede ser
abordada a partir de tres dimensiones distintas pero complementarias: en primer
lugar, la ciudad como objetivo de conocimiento: aprender la ciudad; en segundo
lugar, como trama social donde se desarrollan las instituciones y
acontecimientos educativos: aprender en la ciudad; en tercer lugar, como
recurso de aprendizaje: aprender de la ciudad.
a) Aprender la
ciudad
La ciudad ofrece un conjunto de espacios educativos: escuelas,
organizaciones vecinales, partidos políticos, asociaciones civiles, museos,
bibliotecas, etc., que operan materialmente produciendo acontecimientos
educativos de diversa índole.
Para esto, desde
el nivel proyectivo se requerirán acciones tales como:
b) Aprender en la
ciudad
Aquí los
habitantes utilizan la ciudad y sus recursos en múltiples acciones educativas,
que pueden provenir del campo formal, no formal e informal. Se piensa la ciudad
como contenedora de recursos educativos.
Una de las
tareas fundamentales sería elaborar el “mapa educativo” de la ciudad,
organizando un inventario de recursos y su distribución en el territorio así
como un registro de los usos que hacen los ciudadanos de esos recursos.
En el nivel
proyectivo algunas acciones a desarrollar pueden ser:
vicios, etc.
c) Aprender de la
ciudad
La ciudad es
considerada aquí una fuente permanente de información, un medio didáctico
facilitador de aprendizajes. Debe entenderse a la ciudad como agente de
educación.
Desde el nivel
descriptivo destacamos que las ciudades enseñan directamente: Elementos de
cultura.
La tarea
fundamental sería elaborar a partir de los datos provenientes del nivel
descriptivo el “curriculo oculto” de la ciudad, para incorporarlo en la enseñanza
formal y tenerlo en cuenta en la planificación de políticas públicas
pedagógicas.
En el nivel
proyectivo las acciones que se promoverán serán: Programa de formación cívica
para instituciones educativas. Campañas de sensibilización a través de medios
de comunicación. Intervenciones sobre el entorno.
Extraído de:
Ciudades educadoras, una nueva forma de ser ciudadAlicia Cabezudo
En
EDUCACIÓN, VALORES Y CIUDADANÍA
Bernardo Toro y Alicia Tallone