Es insuficiente la comprensión tanto por parte de quienes
trazan las políticas educativas como por los directivos y docentes de las
instituciones escolares y extraescolares, acerca de que el proceso educativo
requiere hoy más que nunca su acercamiento a la vida social. Si se está de
acuerdo en que la educación es el factor más poderoso en la formación del ser
humano, entonces no se puede eludir su compromiso, ni ponerlo en manos de otros
factores y agentes. Por esta razón, la educación ciudadana desde las
instituciones educativas es una urgencia impostergable para la solución a los
graves problemas que afronta la sociedad actual.
Se coincide con Caruso acerca de que el concepto de ciudadanía
no es sencillo; es polisémico, es polivalente, en algunos casos, incluso es
confuso y está ligado a los objetivos y al marco del pensamiento de las
personas o grupos que lo proponen. Un punto de partida sería la definición de
ciudadano o ciudadana como alguien que vive en una nación, se naturalizó en
algún país y es sujeto de ciertos derechos; esta idea, si bien extremadamente
simple es la que se identifica por la mayoría de las personas.
Lógicamente, este concepto de ciudadanía es demasiado
restringido para explicar un fenómeno tan complejo. La noción de ciudadanía
existe siempre en función de una relación entre sociedad y estado. La palabra
ciudadano viene de ciudad; la ciudadanía, desde la polis griega, con su sistema
de democracia deliberativa, era una ciudadanía para unos pocos. El concepto de
ciudadano que ha primado en los últimos siglos, por lo menos a partir de la Revolución Francesa,
se relaciona con el sujeto que tiene derecho a elegir y a ser elegido. Por
supuesto que no es el que se discute hoy, sobre todo en los ámbitos educativos,
pues resulta inadecuado restringir el concepto de ciudadanía al derecho al
voto.
Autores como Parisí y Penna, plantean: “Observamos que la ciudadanía no es mera expresión teórica, sino acción
concreta, por lo que el ejercicio de ella, está plasmada en la participación
política. De no haber participación política, la ciudadanía se constituiría en
una entelequia”. Esta visión se puede entender como una comprensión
restringida al actuar político del sujeto ciudadano, es decir, las acciones más
directamente relacionadas con el ejercicio político (el voto durante comicios,
militancia en un partido u organización política, manifestaciones públicas
sobre el ejercicio de gobierno, entre otras). Hasta cierto punto, esta comprensión
estrecha y ha influido en la insuficiente atención que se ha brindado en las
instituciones educativas a este importante problema.
Otros autores, como Borón, abordan la “ciudadanía” desde un
ángulo más bien jurídico y social, al referirla al reconocimiento mediante el
cual una persona tiene derechos y deberes por su pertenencia a una comunidad
(en el sentido de un territorio concreto en un momento determinado). Esta
posición se enmarca en la tradición liberal de origen latino –dirigida al
reconocimiento formal de los derechos jurídicos de la persona ciudadana–, y a
la perspectiva comunitaria, de origen griego, orientada al rol del ciudadano
como actor social, donde la ciudadanía dependería de esa participación.
De acuerdo con lo expresado, la ciudadanía se concibe como
la disposición y preparación del individuo para participar de forma activa y
efectiva en la vida social, política y económica de la sociedad en que vive,
sobre la base del ejercicio de sus derechos como ciudadano y del cumplimiento de
sus deberes, con conocimiento de la organización política y social del país.
Además, se considera que la esencia de la verdadera ciudadanía no se asocia
solo con el país de origen, un individuo es un verdadero ciudadano cuando se
siente parte de una comunidad más amplia, más trascendente: toda la humanidad.
Es bastante común la identificación de la educación
ciudadana con la educación cívica. De acuerdo con Caruso, de la mano de la
realidad social y política de los países de la región, se fomentó el desarrollo
de una educación cívica cuyos principales componentes eran los contenidos
patrióticos: la historia vista desde los hechos heroicos; los símbolos patrios;
un conocimiento superficial de las leyes, los derechos y las obligaciones
“ciudadanas”, etc. Es comprensible esta reflexión donde se evidencia que la
citada autora discrepe de los conceptos estrechos sobre educación ciudadana.
En una línea similar al pensamiento anterior, Cerutti
subraya que Conde se opone a la idea del “civismo” concentrado en una asignatura,
como apuesta para la formación de ciudadanía. Este autor apunta que de esta
forma se recupera la definición de educación ciudadana, centrada en las
competencias para participar en la toma de decisiones que afectan
colectivamente y en privilegiar, por tanto, el aprender a aprender, con toda la
carga de reivindicación democrática verdadera.
No es el propósito de este trabajo dilucidar con amplitud
las disquisiciones en cuanto a las diferencias y convergencias que puedan
existir entre la concepción de educación ciudadana, educación cívica y otros
conceptos afines. Existen, como se ha apuntado, puntos de vista muy diversos
que dependen fundamentalmente de los enfoques y concepciones que sustentan los
estudiosos de este tema.
Muy aparejado a la evocación política, aparece, en relación
con la “ciudadanía”, el concepto de democracia, que según Montero, “como práctica, implicaría la adquisición de
derechos y el cumplimiento de una normativa determinada, y la puesta en marcha
del ejercicio de la ciudadanía sería entonces la participación en la vida
social”. De la aportación de este autor se recupera, para este estudio, la
significación social de este concepto; pero se discrepa en su identificación
con el cumplimiento de derechos y normativas. Si fuera así, ¿dónde queda el
aporte de las personas?, ¿cómo sería posible transformar la sociedad?
Del mismo modo, se destaca el nuevo rol docente como modelo,
tanto en lo referido a su preparación profesional, como en el sentido de la
manera de ofrecer su contribución al desarrollo social, la consolidación de la
democracia y el alcance de metas superiores en el desarrollo del ser humano. En
lo formativo; el trabajo de la escuela actual aún es pobre y no siempre se
corresponde con una realidad compleja, diversa, contradictoria. A ello se suman
los efectos derivados de una poderosa influencia, en los estudiantes, de
factores como: los medios de comunicación y las tecnologías de la información. Estas
insuficiencias implican una separación entre lo que “provee” la institución
educativa en materia formativa y la realidad, la vida, donde se concreta su
participación como ciudadano o ciudadana.
Ibáñez-Martín precisa determinados aspectos relacionados con
la ciudadanía, con el fin de caracterizarla como objeto de investigación,
aunque es obvio que, en el proceso formativo, todos los aspectos que la
integran se entrelazan y se asimilan como sistema, la separación es producto de
una abstracción, útil solo para su análisis y tratamiento pedagógico. De
acuerdo con el citado autor, la educación ciudadana posee como esencia la
concientización de cada ciudadano sobre el conjunto de derechos y deberes
individuales y colectivos (personal, política, civil y social); una actitud
solidaria con los demás miembros de la comunidad y la disposición a la
participación política activa.
Se deduce que se trata de educar al estudiantado para el
conocimiento y práctica de sus derechos a un nivel de vida digno, recibir los
servicios básicos para el bienestar individual y social, participar activamente
en las decisiones que afectan su vida particular y social, tanto de la
comunidad más inmediata como del país en general. Estos objetivos generalmente
no aparecen explícitos en los diferentes perfiles de egreso, por tanto, no
reciben tratamiento en las actividades educativas ni son abarcados en la vida
interna de las instituciones. Incluso, en ocasiones, se desconoce por docentes
y estudiantes la normativa del centro, de la cual –si se habla de derechos
ciudadanos– deberían ser partícipes. En este sentido, al analizar los
resultados de un estudio, Ávila precisa que los estudiantes “…consideran que, muchas veces, no se da una
completa divulgación de la normativa interna, por lo que dicen que urge conocer
no sólo los derechos, sino, también, los deberes. Mencionan, además, que cada
persona debe apropiarse de la normativa interna”.
Una educación ciudadana debe habilitar al estudiantado para
actuar adecuadamente como persona y sujeto social, para saber respetar y
valorar a los otros y a sí mismo desde una óptica constitucional y humanista,
para defender los derechos humanos y preservar el entorno, así como para
analizar los aspectos morales de la realidad. Además, para insertarse
responsablemente en la sociedad y convertirse en un ciudadano correctamente
educado, respetuoso de las normas de convivencia, laborioso, capaz de dar y
recibir amor. Asimismo, cumplidor de sus deberes, defensor de los derechos
individuales, colectivos y activo participante en la edificación de la
sociedad.
Este estudio no comparte las visiones estrechas sobre la
educación ciudadana. Por tanto, se identifica, como referente importante, la
posición de Landeros quien expresa que desde un punto de vista limitado,
pareciera que la tarea de “formar ciudadanía” desde la escuela se resuelve solo
desde un plano académico en el que intervienen contenidos curriculares, métodos
y medios de enseñanza. El asunto es más complejo, la formación ciudadana exige
a la escuela más que las perspectivas y materiales oficiales; incluso más que
los saberes de los maestros. Se trata de un conocimiento, que se toma en cuenta
en cada acto educativo, estrechamente vinculado con la vida cotidiana de
quienes habitan una nación y el mundo.
A partir de lo analizado, se advierte que las concepciones
sobre la educación ciudadana aparecen ineludiblemente ligadas a la
participación activa de las personas en el análisis y transformación de la
realidad, incluso más allá de ella, pero es a través de una verdadera
democracia como es posible concretar ese “deber ser ciudadano”.
Las ideas que en este estudio se preconizan son opuestas a
la comprensión del cumplimiento de deberes y derechos como un dogma, así como
al aprendizaje memorístico de unas normas de conducta, y de otros aspectos que
atañen a la ciudadanía.
Se trata de una participación ciudadana activa, basada en una
madurez personal que se complemente con las exigencias de su comunidad y la
sociedad en general, en función de un bien común. De aquí surge una relación
que ha de ser abordada en la práctica de la educación ciudadana democrática: la
que se establece entre el mundo en general, y cada país, comunidad, escuela,
grupo, etc.
De acuerdo con el análisis de las fuentes que abordan la
educación ciudadana, fue posible encontrar algunas regularidades en las
interpretaciones y enfoques, entre las que se encuentran:
• Se consigna
como parte de la formación integral del individuo, al comprender el actuar
activo como ciudadano, en cada contexto de actuación.
• Se
identifica con la educación cívica, como asignatura.
• Se asume
como una asignatura en sí misma.
• Se trabaja
como un eje transversal del currículo.
• Se
prepondera su aplicación especialmente en la política, los aspectos jurídicos,
entre otros.
• Solo en las
últimas décadas se identifica la necesidad de trabajar la educación ciudadana
desde las instituciones escolares.
El reconocimiento de las posiciones anteriores justifica
cualquier esfuerzo por mejorar la preparación del estudiante para un desempeño
efectivo en la sociedad, que a su vez resulte satisfactorio para él como
persona. Cuando este hecho ocurre como resultado de una presión externa, no
revierte valor ni social ni personal, precisamente porque puede dejar de
manifestarse, al momento de no sentir la presión. De otra forma, no existirá, entonces,
una formación verdadera, consciente, sino simplemente un formalismo, un
adoctrinamiento. Por ello, resulta indispensable, también, el reconocimiento de
la educación ciudadana en el crecimiento personal. Por tanto, la educación
ciudadana no se ha de dejarse solamente a lo que pueda hacer la escuela, la
familia, la influencia educativa del medio y la de aislados ejemplos; o a lo
que puede hacer la “transmisión” de tradiciones populares, sino que debe
proyectarse el trabajo de forma consciente y coherente, sobre la base de las
teorías, como generalizaciones de buenas prácticas educativas en
correspondencia con el tipo de institución.
Con frecuencia se piensa que la formación ciudadana puede
tener buenos resultados, si se integran asignaturas en el currículo con este
objetivo; sin embargo, como apuntan García y Flores, existen datos que no
corroboran esta idea acerca de los efectos del currículo en la formación
estudiantil. Los resultados arrojados por otros estudios al comparar los datos
arrojados por investigaciones realizadas con grupos de alumnos educados a
partir de distintos programas de formación ciudadana, manifiestan que no
existen variaciones en relación con el conocimiento y las actitudes ciudadanas,
pese a que los estudiantes componentes de la muestra en el año 2009 fueron
formados con el nuevo currículo. Esto constituye una clara evidencia de que,
pese a las transformaciones curriculares, no se ha logrado formar a los
ciudadanos y ciudadanas que una sociedad democrática necesita.
De allí que la visión acerca de que la educación ciudadana
ha de ser parte consustancial de toda actividad en la institución educativa y
no de una disciplina en particular. Esta formación, para que sea verdaderamente
autotransformadora del estudiantado y a su vez transformadora de la realidad,
ha de develarse mediante una participación activa y consciente del
estudiantado, en cada una de las decisiones personales, escolares, familiares,
etc.
Extraído de
La educación para una ciudadanía democrática en las
instituciones educativas: Su abordaje sociopedagógico
Autores
Arturo Torres Bugdud
Facultad de Ingeniería Mecánica y Eléctrica
Universidad Autónoma de Nuevo León México
Nivia Álvarez Aguilar
Facultad de Ingeniería Mecánica y Eléctrica
Universidad Autónoma de Nuevo León México
María del Roble Obando Rodríguez
Facultad de Ciencias de la Comunicación
Universidad Autónoma de Nuevo León México