martes, 5 de noviembre de 2013

El papel de las normas en las escuelas



Las escuelas provinciales carecen de un “Reglamento general de escuelas” que brinde un marco general a las normas para el funcionamiento de las escuelas. A pesar de esto, y que hace varios lustros que no se redacta uno, las escuelas funcionan. Cabe entonces preguntarnos ¿Qué rol cumplen las normas en las escuelas? ¿Cuáles deben ser sus aportes?


En la construcción del clima escolar el vínculo que establecen los miembros con las normas tiene un lugar relevante. Todos sabemos que no hay convivencia posible sin normas, sin encuadres que delimiten lo correcto y lo incorrecto, lo justo y lo injusto, lo permitido y lo no permitido. En este sentido, las normas escolares se constituyen en los pilares de la convivencia, al pautar las interrelaciones de sus miembros. Disponer de normas claras, adecuadas y justas es una condición necesaria, para que los conflictos que surjan puedan ser encauzados correctamente según los mecanismos con los que cada escuela pretende solucionarlos. Algunas lo hacen mediante la participación, el diálogo y la negociación; otras buscan recursos que están más basados en un orden disciplinar tradicional; otras, en su mayoría, muestran indicios de la coexistencia de ambas. En todas ellas, la escuela, como espacio privilegiado de convivencia interpersonal, social y organizacional, servirá de modelo para construir estilos de relación.

Una vez más, cabe destacar la función indelegable de la escuela en promover una relación con las normas acorde con el tipo de ciudadanos que quiere formar. Pensar en una escuela democrática es apostar por la formación de ciudadanos, que comprendan vívidamente que en el ámbito escolar las leyes son una construcción en la que todos deben participar y que su tratamiento da la posibilidad de deliberar en común, de fundamentar su existencia y sentido, para que la convivencia resulte más justa. Pensar las normas como parte de la enseñanza es concebir una escuela que puede generar condiciones previas a su elaboración, como la de ejercitar prácticas de opinión, de escucha, de respeto por el decir de otros, y que abre posibilidades para pensar en propuestas diferentes a las propias, fundadas en distintos valores y creencias. Para ello no será suficiente considerar las normas solo en su aspecto coercitivo. Por el contrario, las normas debieran proporcionar un marco de contención y regulación a la convivencia, basándose en valores que benefician al colectivo y que le dan su sentido.

La normativa que respete este sentido, tendrá un efecto educador destacado y la escuela podría convertirse en el microcosmos que promueva aquellas competencias y actitudes cívicas, que esperamos desarrollen los alumnos como futuros ciudadanos. Si consideramos que vivir en convivencia implica no solo actuar en forma disciplinada, sino que cada uno encuentre su lugar entre todos, la creación de este lugar puede ofrecer una opción para salir de las habituales conductas de obediencia o trasgresión, a las que suelen restringirse como únicas vías para la tramitación del conflicto.

A la pregunta de qué enseña la escuela con las normas, Fernando Onetto responde que, en su socialización, nos enseña la presencia del otro, limitando el deseo del niño. Enseña también a diferenciar el espacio público del privado, pues las normas ya no son las familiares, que también existen pero que no tienen carácter público, ni han sido aprobadas por mayoría representativa, ni regulan los vínculos primarios con la carga afectiva que las caracteriza; por el contrario, en la escuela las normas están escritas, se aplican sin distinción a todos y tienen como finalidad el funcionamiento de una institución con mandato social. Enseña a aprender el respeto por la ley y, en este sentido, es el anticipo de la relación con la ley en la sociedad adulta. Aprender el respeto por la norma, comprender su sentido, participar en su producción y aceptar sus límites son un modo decisivo de aprender a respetar la ley y constituyen una parte importante del desarrollo de una cultura institucional democrática. La escuela enseña también el concepto de igualdad ante la ley, pues hay un contrato básico normativo igual para todos y que todos deben aprender a respetar y a velar por su cumplimiento. Enseña, además, a anticipar las consecuencias y los riesgos, estableciendo la atribución de responsabilidad en las acciones.

Reconocer que la calidad de la convivencia en la escuela es un antecedente decisivo para promocionar una convivencia ciudadana responsable y participativa, reconocer la necesidad de que, para avanzar en la construcción de una democracia sana y sustentable, es necesario potenciar la acción escolar, no implica desconocer que esa efectividad muestre cada vez mayores signos de fisura, por el profundo proceso de transformación social que vivimos, fruto de los cuales la escuela misma necesita revisar su sentido actual y encontrar nuevas vías de legitimación.


Extraído de
El desafío de la convivencia escolar: apostar por la escuela
Alicia Tallone
En EDUCACIÓN, VALORES Y CIUDADANÍA
Bernardo Toro y Alicia Tallone
Coordinadores

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