¿Y
esto para qué me sirve? Cuando se instala en el aula esta pregunta, muy
probablemente la partida está perdida. Si triunfa un criterio meramente
utilitarista de la educación entonces se deja de aprender. Esta forma de actuar
es torpe, no puede ver más allá de sus narices, y difícilmente se vaya a
rectificar ¿No será porque socialmente es el pensamiento dominante? Los
párrafos siguientes tratan de responder la pregunta del título.
Cuenta la historia que en aquel
pasado tiempo
en que sucedieron tantas cosas
reales, imaginarias y dudosas,
un hombre concibió el
desmesurado
proyecto de cifrar el universo
en un libro y con ímpetu
infinito
erigió el alto y arduo
manuscrito
y limó y declamó el último
verso.
Gracias iba a rendir a la
fortuna
cuando al alzar los ojos vio un
bruñido
disco en el aire y comprendió,
aturdido,
que se había olvidado de la
luna.
Enseguida confiesa el
autor que esta historia es ficticia, pero puede figurar el maleficio “de cuantos
ejercemos el oficio de cambiar en palabras nuestra vida” ¿Por qué escribiría
esto un hombre tan importante en la literatura? La historia muestra la dificultad
de aquellos que desean conciliar la realidad de las frases insertándose como
astillas en la intimidad de los cuerpos frente a un mundo que parece ser ajeno
a las letras y sus tesoros.
Esta separación entre
las reflexiones profundas y la realidad cotidiana ha sido motivo de reflexión y
melancolía desde los filósofos más antiguos hasta nuestros días. Pero, surge
entonces una gran duda. Si todo esto fuera cierto –irrefutable- y si fuera
también cierto que el valor más grande de la educación es formar personas que
se interesen por aprehender el conocimiento de manera permanente, ¿son los
genios ese tipo de personas?, ¿el valor más alto de la educación es formar
personas aisladas e incomprendidas, que se olviden de la luna? Para resolver la
cuestión hay que pensarlo desde dos puntos.
1) Cabe decir que la
división entre la teoría y la práctica, las ideas y los hechos, no ha sido más
que un poco fantasiosa en la historia. ¿De qué hablan las teorías si no es de
la realidad?, ¿de qué hablaba Freud si no es de los seres humanos y sus
problemas?, ¿Einstein no escribió sobre el universo y el universo no es, acaso,
esto que conocemos y por donde pasan nuestras manos al agitarlas en el viento?
La filosofía, las teorías y todas las palabras hablan sobre la realidad porque
no pueden dejar de hablar de algo tan sentido y vivido por alguien como cuando
digo cama, perro, nostalgia o alegría.
2) El conocimiento humano
puede modificar las situaciones que parecen no tener respuesta inmediata. Cuando
una persona toma la decisión de comenzar un canal de riego en la loma solamente
porque sí, se trata de un hecho afortunado. Sin embargo, si alguien construye
el canal en el mismo punto porque conoce las explicaciones sobre la fuerza de
gravedad, las tradiciones de arquitectura de la región, su soporte matemático y
algunas experiencias de otras latitudes, entonces se trata de una decisión
soportada por la experiencia de miles de años.
Así pues, se aprende para
construir, para disfrutar, para caminar en medio del tiempo, pero sobre todo,
se aprende porque el conocimiento generado por la humanidad está ahí; vidas y
vidas han pasado con todo lo que cabe en una vida para producir una sola de las
obras de la humanidad, ¿imaginan lo que debió suceder para que sobreviviera la
Iliada a Occidente?, ¿lo qué debió suceder para que sobreviviera el Tének a la
historia y su filosofía?
Autor
Isidro NavarroLicenciado en sociología
Extraído de
Alas para la equidad.
Órgano informativo del Consejo Nacional de Fomento Educativo,
Año 4, No. 38, marzo-abril, 2012
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