En los últimos
tiempos, asistimos a un debate público sobre la convivencia escolar, un tema
que considero que está íntimamente ligado a la participación y democratización
de la escuela, en realidad el asunto de fondo, porque los destinos de los
pueblos no pueden ser sólo patrimonio de quienes los gobiernan, y porque una
verdadera democracia exige el compromiso de una ciudadanía informada y activa.
El centro educativo
es el espacio donde niños y jóvenes realizan el aprendizaje de las relaciones
sociales y donde deben darse los primeros pasos hacia la democracia
participativa. La escuela es una suerte de microcosmos en el que confluyen
múltiples identidades sociales, culturas e intereses, y que tienen por objeto
educar, de manera integral, a los adultos del futuro. Curiosamente, la escuela
de hoy está fallando en su objetivo primordial: la preparación del alumnado
para su transición a la vida adulta como ciudadanos responsables y conscientes
de su proyección universal, independientemente de los conocimientos y saberes
puramente académicos. Pero democratizar la escuela no es tarea fácil.
De momento, sería
imprescindible reflexionar sobre la institución escolar, su organización, sus
jerarquías. De nada sirve poner en marcha programas puntuales que no vayan más
allá de lo meramente burocrático, si no somos capaces de sentarnos a concretar
de forma consensuada la organización escolar y los planes específicos que cada
escuela necesita. Considero que también habría que regresar, en cierta manera,
a los orígenes: repensar el proyecto educativo de centro que es, sin duda, el
punto de partida para trabajar cada una de las distintas realidades de la
escuela como institución.
Otra actuación para
democratizar la escuela es acercar a las familias, lo que ayudaría a establecer
un lugar de encuentro entre objetivos y expectativas reales que toda la
comunidad educativa pretende lograr en la educación de los menores, y para
hacer más sencilla y eficiente la labor educativa de familias y escuela. Para
ello, creo que los docentes y equipos directivos tienen un papel importante
como dinamizadores. Familias y escuela deberíamos trabajar en equipo, actuar
conjuntamente ante los problemas que puedan surgir en la convivencia escolar y
en las alteraciones del ritmo escolar y social.
Para democratizar la
escuela, los consejos escolares también deberían ser auténticos foros de
participación, debate, consenso y decisión, y no limitar sus funciones a
enumerar las decisiones tomadas en los claustros y a la aprobación de
documentos que, en muchos casos, ni siquiera han sido elaborados por el
conjunto de la comunidad educativa. No deben servir sólo para exponer las
estadísticas de evaluaciones, las gestiones del equipo directivo, las
peticiones de obras, material o mejoras, sino que tienen que tener también una
función decisoria. Participar significa aportar, escuchar y ser escuchado.
En resumen, para
democratizar la escuela propongo que hagamos un análisis sobre la institución
escolar, repensemos su proyecto educativo, acerquemos las familias a la escuela
y convirtamos los consejos escolares en verdaderos foros de participación.
Autor
Jesús Antonio
Fernández CorralesPresidente de FAPA “Miguel Virgós” de Asturias
En
Padres y madres de alumnos y alumnas
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