El debate sobre el papel de los docentes no está
separado de la discusión sobre el papel de la educación en la sociedad. Al
respecto, los profundos cambios que viven nuestras sociedades, expresados a
través de la irrupción de las nuevas tecnologías de la información tanto en el
proceso productivo como en el conjunto de la vida social, la ruptura de las
identidades políticas tradicionales, la globalización de la economía y la
reconversión permanente a la cual están sometidas todas las profesiones,
plantean la urgente necesidad de introducir cambios en los sistemas educativos,
aun en aquellos que hasta ahora se consideraban exitosos. El cambio educativo,
sin embargo, ya ha sido postulado desde hace varias décadas y la experiencia
parece indicar que en lugar de seguir insistiendo en su necesidad, sería
importante comenzar a reconocer la significativa dificultad que existe para implementar
en forma eficaz los cambios educativos.
Entre las razones más evidentes que explican estas
dificultades, se destaca la enorme dimensión cuantitativa que ha adquirido la
educación en todos los niveles, tanto desde el punto de vista de la matrícula
como del personal docente. De acuerdo a las últimas estimaciones, más de 50
millones de personas en el mundo se dedican a la enseñanza. La mitad
se desempeña en escuelas primarias y un tercio en la enseñanza media. Todo
indica, además, que el número de docentes seguirá creciendo, ya sea por la
expansión de la cobertura educativa en los países que aun no han logrado
universalizar la enseñanza básica ni ofrecer educación postobligatoria a
porcentajes adecuados de su población, como por la continua demanda de
educación a lo largo de toda la vida, que aumenta a medida que avanza el
proceso de desarrollo social. Los docentes constituyen hoy en casi todos los
países, uno de los sectores más importantes del empleo público. La cantidad y
la distribución de docentes en los distintos niveles del sistema es, sin
embargo, muy heterogénea. Mientras en Africa, por ejemplo, el 70% de los
docentes son maestros de escuela primaria, en Europa y Estados Unidos, los
docentes de enseñanza primaria representan sólo el 50%. A la inversa, mientras
en Africa los profesores de enseñanza superior sólo constituyen el 4% de los
docentes, en Europa alcanzan al 12% y en Estados Unidos al 20%.
La expansión cuantitativa de la profesión docente ha
estado asociada a varios fenómenos importantes. El primero de ellos es la
significativa diferenciación interna. Esta diferenciación interna está
vinculada no sólo al ejercicio profesional en niveles distintos del sistema,
sino también a distintos tipos de actividad, que van desde el trabajo en
la sala de clase hasta las actividades de gestión, supervisión y atención
especializada a determinadas necesidades de los alumnos y a muy diferentes
niveles de calificación requeridos para el desempeño de la misma actividad.
Al respecto, la comparación tanto internacional como nacional, es muy
elocuente: para ser maestro de escuela primaria, por ejemplo, en muchos lugares
sólo es necesario haber cursado algunos años de escuela básica, mientras que en
otros se exige un título de educación superior. Muy pocas profesiones tienen
este nivel tan amplio de variación en las calificaciones formales que se exigen
para su desempeño.
En segundo lugar, la expansión cuantitativa también
estuvo asociada a la pérdida de prestigio, que afecta particularmente al
ejercicio de la profesión en la enseñanza básica. Diversos estudios muestran, por
ejemplo, que los docentes de mayor edad que trabajan en la escuela primaria,
valorizan su trabajo mucho más que los docentes jóvenes. La explicación de este
fenómeno radica, entre otros factores, en que los docentes más antiguos fueron
formados en el marco de una sociedad en la cual el acceso a la escuela primaria
era muy importante y constituía, para muchos alumnos, la única oportunidad
educativa de su vida. Ahora, en cambio, el docente de escuela primaria sabe que
su actividad es parte de un proceso de larga duración a la cual, tanto el
docente como los alumnos, otorgan un valor relativo.
Estos ejemplos nos indican que es preciso prestar
atención al hecho que la docencia es una profesión ejercida por un número muy
significativo de personas que si bien poseen un núcleo básico común de
competencias, también desarrollan una especialización creciente, no sólo desde
el punto de vista cognitivo sino afectivo y práctico. Las diferencias tanto en
el ejercicio como en las identidades profesionales que existen, por ejemplo,
entre los maestros de escuela primaria, los profesores de enseñanza secundaria
y los profesores universitarios, son muy significativas. Esta diferenciación
interna permite sostener que es absolutamente necesario evitar las
generalizaciones excesivas cuando hablamos de los docentes y, más importante
aun, cuando se diseñan políticas de formación, de reclutamiento o de
profesionalización.
En el marco de esta compleja situación definida por
la masificación de la profesión docente, parece apropiado analizar los
problemas y las estrategias de acción utilizando como criterio la secuencia
a través de la cual se construye un docente. Las principales etapas de este
proceso de construcción son tres: la elección de la carrera, la formación
inicial y el desempeño profesional.
Extraído de:
Profesionalización y Capacitación docenteJuan Carlos Tedesco
IIPE-BUENOS AIRES
SEDE REGIONAL DEL INSTITUTO INTERNACIONAL DE PLANEAMIENTO DE LA EDUCACIÓN
UNESCO
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