Sintetizando algunas ideas de Norbert Lechner, en muchos
casos la vida cotidiana de las personas está atravesada por emociones y
sentimientos, a los cuales no saben ponerles nombre, y sin nombre no hay manera
de reflexionar, de conversar y compartir los dolores y las penas, tampoco las
alegrías. Sin comunicación sobre las emociones no hay manera de generar
confianza entre las personas y, por ende, no habría base subjetiva sobre la
cual construir la cohesión social. En estas condiciones la convivencia social
se reduce a estrategias de adaptación a un proceso de cambios ajeno y hasta
hostil. El comportamiento prosocial debe reflejarse en la transformación social
y para ello aprender lo necesario y básico en la escuela es fundamental.
Es frecuente que el aprendizaje emocional se dé por hecho;
sin embargo, ni la familia ni la escuela se ocupa de él. En la escuela hay
multiplicidad de escenarios y de oportunidades, para que tanto niños como
adolescentes aprendan a identificar las emociones que experimentan en diferentes
situaciones, lo cual debe comenzar por reconocer el mismo vocabulario de los
sentimientos. En diferentes oportunidades, el vocabulario emocional es limitado
incluso para los adultos. Saber la gran gama de sentimientos que un ser humano
puede experimentar es un primer paso para identificar emociones. Aprender a
reconocerlas en sí mismo y en los demás, sería el segundo.
La literatura y los hechos históricos representan excelentes
disculpas para identificar las emociones de personajes ficticios y reales; para
ver qué acciones siguieron a esas experiencias emocionales y cuáles fueron sus
consecuencias; para luego pasar a la vida cotidiana de los estudiantes y
determinar en qué situaciones ellos y otras personas de su entorno cercano
experimentan o han experimentado esas emociones. Recordemos que el identificar
emociones en otros conlleva el desarrollo de la empatía.
Además, es necesario tener en cuenta las normas, muchas
veces implícitas, que se dan en la escuela para experimentar emociones
autoevaluativas. Por ejemplo, se debería promover sentir orgullo por cooperar
para el logro de una tarea común o por ayudar o consolar a otro, y no solo por
destacarse individualmente; o adelantarse a la culpa que se debería sentir al
maltratar a otro para evitar hacerlo. La indignación frente al sufrimiento
causado a otros, por ejemplo en situaciones de bullying, debería llevar a otros
a actuar para frenar la situación.
También, unida a la identificación de emociones está su
autorregulación. En un principio, los niños dependen de la regulación externa,
pero gradualmente incrementan los mecanismos internos de regulación. Esto es
posible si se aprende desde temprano a manejar las propias emociones,
especialmente aquellas que pueden llevar a producir daño o a escalar los
conflictos, como la rabia y los sentimientos de venganza.
Extraído de
Sentimientos y actitudes en la escuelaGloria I. Rodríguez
En EDUCACIÓN, VALORES Y CIUDADANÍA
Bernardo Toro y Alicia Tallone
Coordinadores
1 comentario:
Muy apropiado el artículo y completo. Sería igual de importante ayudar a los pequeños a identificar y tomar conciencia de sus sentimientos. Quiero creer que algún día veremos los resultados de estudios como el tuyo y se aplicarán en las aulas de todo el mundo. Saludos
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