Inmersas en
un proceso de cambios sociales profundos cada vez más rápidos y complejos,
tanto las ciudades como las políticas educativas locales deben involucrarse en
un claro desarrollo y transformación estratégica, acorde con la sociedad actual
y el mundo contemporáneo.
El potencial
educativo de la ciudad es uno de los aspectos menos estudiados de la vida
urbana. Sabemos que la aglomeración y la densidad son factores estructurales
constitutivos de la ciudad, que esta concentración es el origen de la
diversidad y su consiguiente interacción. También sabemos que la interacción
entre los ciudadanos y con el paisaje urbano construye aprendizajes, origina
nuevos conocimientos y crea cultura.
Las ciudades
deben ser consideradas espacios pedagógicos de integración e inclusión, donde
el conocimiento informal se origina entre todos y aparece en todos los lugares,
creando condiciones particularmente enriquecedoras para el intercambio de
saberes, valores y habilidades. Deben percibirse como sistemas dinámicos en
constante evolución, donde los habitantes –los “ciudadanos”– participan en su
construcción cotidiana.
La ciudad es,
además, un lugar donde se aprende a convivir, a interactuar con otros,
aceptando la diversidad como un enriquecimiento social que contribuye a una
mejor comprensión del mundo por parte de sus habitantes y por parte de los
diferentes grupos que interactúan en ella.
Este respeto a la
diversidad debería facilitar asimismo la afirmación de la propia identidad
cultural y de la identidad colectiva creada por la misma ciudad. Identidad
colectiva, que se apoya en la adhesión al pasado, en la memoria, en los
símbolos y fiestas, pero también en la construcción de un futuro común en el
territorio de la ciudad, que se les ofrece como espacio vital de convivencia.
Y, si la
ciudad es un lugar para vivir en libertad, los derechos y deberes de los
ciudadanos deben ser reconocidos como tales para decidir sobre el futuro de la
misma, porque, cuando se dice “nuestra ciudad” o “nuestro barrio”, se está
invocando la identidad en un lugar determinado y se está invocando la propiedad
de ese mismo lugar, al que se percibe como pertenencia individual y colectiva.
Todos los ciudadanos son interlocutores válidos en la toma de decisiones que
conciernen a la ciudad, ya que nadie está en mejor posición que ellos para
planificar las necesidades del espacio urbano, entendiéndolo como espacio
individual y social al mismo tiempo.
Por ello los
gobiernos locales deben contar con mecanismos institucionales adecuados, que
posibiliten que un número representativo de ciudadanos pueda tomar parte en la
planificación de la ciudad y construir las políticas públicas necesarias para
diseñar la ciudad presente y futura.
En este
proceso democrático participativo las ciudades se presentan como escenarios
particularmente apropiados para la educación para la democracia, ya que asumen
la superación de formas tradicionales de gobierno muchas veces alejados de la
ciudadanía a quien representan. Se erigen entonces como promotoras de la
autonomía en la toma de decisiones, impulsoras de la responsabilidad ciudadana
y del diálogo, lo que conduce claramente a un desarrollo político, individual y
social de extraordinarios alcances, claramente abierto al cambio y la
participación.
El ámbito
urbano presenta, además, gran diversidad de recursos. En él los roles
educativos son más versátiles e intercambiables, y las experiencias posibles,
diversas y renovadas. Se genera una acción integral y permanente a través de
las escuelas, museos y bibliotecas; se impulsa la formación estética con su propia
arquitectura, muestras y espectáculos; se brindan espacios para la utilización
creativa del tiempo libre con sus plazas, parques, actividades deportivas; se
promueve la educación cívica a través de sus instituciones democráticas.
Es, sin duda,
una extraordinaria fuente de aprendizajes y espacios de conocimiento, compleja,
diversa, plena de contradicciones y de desafíos, donde los gobiernos locales tienen la oportunidad, el deber y la
responsabilidad de encarar políticas públicas adecuadas a esta realidad,
convocando a un proceso educativo amplio e integrador para todos los habitantes
Extraído de:
Ciudades educadoras, una nueva forma de ser ciudadAlicia Cabezudo
En
EDUCACIÓN, VALORES Y CIUDADANÍA
Bernardo Toro y Alicia Tallone
Coordinadores
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