La Teleología es la “Doctrina de las causas
finales”, en ese contexto ¿Cuál es el fin de la formación humana? ¿Responde a
fines utilitaristas? Los siguientes párrafos plantean una reflexión sobre los
fines de la Educación.
Un referente a tener en cuenta es el aspecto teleológico,
para lo cual es indispensable definir el fin esencial del proceso de formación
humana y la perspectiva científica y sociocultural sobre la cual proyectar el
proceso de formación humana; por tal razón, el componente axiológico que dentro
de sus tareas pretende orientar la concepción del ser humano y plantear la
formación como fuente de emancipación del sujeto y la sociedad, guarda una
estrecha relación con el componente teleológico. De ahí es importante reconocer
la necesidad de ideas claras que orienten el verdadero sentido de la formación
humana, ideas que superen los fines inmediatos, utilitaristas e instrumentales
para centrarse en una formación integral del sujeto que aprende. La forma de
concebir tradicionalmente al sujeto que aprende es la que pone sobre el tapete
la forma cómo los profesores, construyen la visión que tiene de sus estudiantes
en cuanto sujetos del aprender, cuando la forma de ver la educación no va más
allá de una simple instrumentalización de la misma, donde su único fin es el de
proporcionar a los educandos contenidos para tener éxito en una sociedad sin
identidad propia.
Este modelo tradicional de concebir al sujeto que se forma como
un ser pasivo, receptivo, predecible y controlable, ajeno a su entorno
sociocultural e histórico, va en contravía de la búsqueda incesante de la
formación integral para la autonomía racional y la libertad intelectual del
educando, aspecto clave de la filosofía progresista. De acuerdo a lo anterior,
es imprescindible un replanteamiento en el concepto de formación, una formación
que en términos de Bachelard va más allá de la reproducción de teoría o
enfoques que representan el conocimiento como simple copia o captación de lo
real; es decir, el concepto de formación implica una acción profunda ejercida
sobre estudiante, tendiente a la trasformación de todo su ser que apunta
simultáneamente sobre el saber hacer, el saber obrar y el saber pensar. Para
Maturana como fin último de la formación del sujeto, se pretende que este debe ser
capaz de reconocer y comprender la realidad desde un camino explicativo de
objetividad entre paréntesis, porque la objetividad sin paréntesis no permite
que el sujeto participe activamente de la construcción del conocimiento, sino
que deba responder u obedecer a lo establecido como verdad absoluta.
Castoriadis por su parte afirma que es indispensable crear
nuevas significaciones, crear en los educandos una capacidad de imaginación e
invención o creación incesante de social histórica y psíquica de figuras y
formas, en síntesis, de una producción de significaciones colectivas. En este
vacío de significaciones en el que aparecen hundirse los estudiantes, siempre
existe la posibilidad de una búsqueda colectiva de nuevas producciones de sentido.
Para que esa búsqueda responda a la necesidad de establecer nuevas significaciones,
es indispensable operar aquello que el autor denomina imaginario social
instituyente. Si el punto de partida de lo social es la construcción de
significaciones, estas significaciones instituyentes serán las únicas capaces
de dar una respuesta a lo social como totalidad.
En ese orden de ideas, en el aspecto teleológico el proyecto
de investigación asume que es importante potenciar los niveles de desarrollo de
competencias en los estudiantes. Así, la incorporación actual del concepto de
competencia en el campo educativo abre una visión amplia sobre el tipo de ser
humano que se desea formar. Se requiere un concepto de competencia que vaya más
allá de una obsesión competitiva del mercado; es decir, como una simple
instrumentalización de la educación que priorice las necesidades materiales en
la relación: educación – trabajo. Es por ello que la educación vista como un
proceso de desarrollo racional basado en la humanidad común a todos y no un
proceso de adquisición cognitiva basado en el saber autorizado de una élite
intelectual, debe permitir a las personas asumir una actitud crítica acerca del
progresivo y acelerado paso de la educación al ámbito mercantil; esto es, la
formación de recursos humanos al servicio de las empresas. Pero es posible
dilucidar este aspecto si se da la razón al hecho, de que gran parte de los
problemas que surgen en los procesos de formación podrían ser considerados el
resultado de modos específicos de producción, distribución y consumo de los
conocimientos y devienen de obstáculos pedagógicos y epistemológicos
inconscientes de los propios sujetos estudiantes y profesores, referentes a sus
supuestos acerca del saber y de su propia práctica que provocan resistencia al
cambio o asimilación mecánica de viejos modelos.
Los desafíos que tienen los profesores y, en general, la
educación colombiana hacia el futuro son grandes. Es de vital importancia
romper con los mecanismos de reproducción de las desigualdades sociales y
culturales, por ello, la calidad y equidad de la educación debe dejar de ser
sólo un discurso en las políticas educativas; así mismo, la tarea formativa
debe apuntar a la generación de capacidades para elaborar e instrumentar
estrategias mediante la capacidad crítica y la actitud filosófica estableciendo
una estrecha relación entre la teoría y la práctica. Por tanto,
se acepta el aporte que hace al respecto D’Amore, quien asume la competencia
como un concepto complejo y dinámico. Complejo porque tiene en cuenta dos
componentes interactuantes e inseparables, como expresiones no únicas de la competencia:
uso (de naturaleza exógena) y dominio (de naturaleza endógena), en la
elaboración cognitiva, interpretativa y creativa de conocimientos matemáticos
que relacionan contenidos diferentes. Dinámico, porque engloba no solo
conocimientos matemáticos, sino también factores meta-cognitivos, afectivos, de
motivación y volición y, que en la mayoría de veces, es el resultado de
conocimientos diversos interconectados que desbordan lo disciplinario.
En esta perspectiva, un concepto de competencia relacionado
con la capacidad de afrontar un problema complejo o de desarrollar una
actividad compleja, va más allá de una concepción limitada de “saber hacer en
contexto”, esto implica además el desear hacer por parte del estudiante, lo
cual involucra hechos afectivos como volición y actitud. Asumir este concepto
es creer en la posibilidad de cambio en la formación integral del ser humano y
no una visión instrumentalista de la educación.
Extraído de:
Cesar Morales Chavez Universidad de la Amazonia
Ramón Majé Floriano Universidad de la Amazonia
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