La
apariencia, la higiene, la presencia personal y todo lo que respecta a la
vestimenta o el uniforme, hallamos que son cuestiones sumamente prescriptas en
los textos normativos de las escuelas. Pero encontramos que el sentido que se
le otorga a estas normas cambia según el sector social al que la escuela atiende
y el tipo de gestión.
Las escuelas privadas de sectores altos, parecen apelar, por
lo general, a las pautas de vestuario como un mecanismo más que tiende a reforzar
la distinción, que les permite resaltar el prestigio. Resultan sumamente
detallistas en las prendas permitidas y los colores habilitados para las distintas
actividades del colegio. En este sentido, se busca reforzar, a través del
uniforme, lazos de igualdad que colaboren en la demarcación de un tipo de
comunidad y que abonen en la diferenciación respecto de otras instituciones y
de otros jóvenes. De esta forma, el uniforme permitiría agrupar en un
“nosotros” homogéneo (hacia adentro) y distinto, distintivo respecto de otros.
El detalle, la
prolijidad, también se hacen presentes en las normas de las instituciones de
este grupo. Pudimos notar que en las escuelas privadas que atienden sectores
socioeconómicamente altos, el uniforme se transforma en una marca de
pertenencia a lo exclusivo y diferenciación del resto de la sociedad que
además, permite una visualización en el exterior tanto para la mirada de los
otros como para identificar posibles trasgresiones de los miembros de la
comunidad.
A su vez, en las escuelas que atienden a sectores populares,
la regulación de la apariencia también tiene un peso importante pero más sujeta
a la transmisión de hábitos de higiene, quizás en vinculación con una
pretensión “moralizante” por parte de la institución escolar. Por un lado,
resultan más permisivas en cuanto a la aceptación de las estéticas juveniles
(pantalones anchos, camisetas estampadas, gorros, aros, cadenas, peinados
diversos, pelos teñidos de colores y tatuajes) al tiempo que parecen poner especial
cuidado en evitar el ingreso al espacio escolar de cierta vestimenta que
pudiera generar algún tipo de conflicto como es el caso de las camisetas de
equipos de fútbol que suelen impulsar grandes disputas. Al mismo tiempo, tal
como decíamos, dedican una gran cantidad de normas a prescribir cuestiones
vinculadas a la limpieza de las prendas y la higiene personal.
Por su parte,
las escuelas que atienden a sectores medios son las que parecen hacer menor hincapié
en la regulación de la apariencia, resultan más liberales y tolerantes en
cuanto al ingreso en la escuela de una gama variada de prendas vinculadas a las
modas y las propias estéticas de los jóvenes. La despreocupación sobre estas
cuestiones también se refleja en que son menos rígidas en cuanto a la regulación
de los cuerpos y las posturas. Esta distensión, en cuanto a la regulación de la
apariencia en estas escuelas, se conforma en paralelo a una regulación más
extendida respecto de la convivencia y resulta coincidente con la promoción de
mecanismos de autorregulación en estos sectores por sobre el disciplinamiento
mediante el control externo (Tiramonti, 2004).
Extraído de
¿Qué se regula hoy en las escuelas?Una mirada sobre las prescripciones de los reglamentos de convivencia
LUCÍA LITICHEVER
Área de Educación, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).
Sede Argentina
En Revista Iberoamericana de Educación n.º 59/1 – 15/05/12
Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI-CAEU)
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